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La Bestia Real

Miguel miró su mano, la cual yo sostenía. Parecía haberse calmado un poco. Me miró fijamente con sus ojos marrones oscuros. Lo abracé, y su expresión se suavizó. Asintió con arrogancia y dijo—Adelante.

Me giré y vi a mis tristes padres detrás de mí. También me sentía triste. Sonreí y los abracé. Sentí las lágrimas de mi madre mojar mis hombros. Mi padre me dio palmadas en la espalda. Traté de no llorar.

No sabía cuándo Miguel me permitiría regresar. No podía dejar a mis padres con el último recuerdo de mí siendo triste. Ellos estarían tristes al pensar en mí.

—Me voy —susurré—. No se preocupen por mí.

Miguel no me dejaría vivir tan libre como antes por el resto de mi vida. Obviamente, aún había un largo camino por recorrer, y necesitábamos encontrar una manera de llevarnos bien.

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