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Sus manos se transformaron en puños apretados y comenzó a golpear la pared con enojo, incapaz de controlar su ira.
El simple pensamiento de todas esas tonterías que acababa de escuchar le hacía hervir la sangre. ¿Y sabes qué era lo que más le enfurecía?
Era el hecho de que Everly estuviera dispuesta a sentarse y escucharlo sin pronunciar ni una palabra, excepto por murmurar continuamente el nombre de Víctor como si no supiera cómo responderle.
Habiendo escuchado el alboroto dentro, Nihal, que estaba vigilando afuera, empujó rápidamente la puerta y se apresuró a entrar.
—¡Jefe! —Sus ojos se agrandaron al ver sus nudillos ensangrentados manchando la pared blanca.
Se apresuró hacia Valerio y agarró su mano para impedirle que siguiera golpeando.
—¡Jefe, tus nudillos están sangrando! —le dijo eso, y Valerio respiraba pesadamente.
—¡Estoy tratando de sacar mi ira! —respondió, arrancando su mano con enfado.
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