—Quiero que disfrutes conmigo —dijo ella, apartando la mirada de la de él.
Rayven se tensó. Sabía que su esposa podía ser atrevida, pero no esperaba esto. Al menos no tan pronto. Y ahora que ella le había dicho abiertamente lo que quería, no sabía qué hacer consigo mismo. El deseo lo golpeó más fuerte que nunca antes y pudo sentir cómo le picaban las encías antes de siquiera comenzar. Se concentró en mantener la boca cerrada para no asustarla y la miró a los ojos. Ella lo deseaba. El deseo en sus ojos era evidente y no había rastro de miedo. Pero había visto el pánico en ellos por un breve momento. El mismo pánico que estaba surgiendo lentamente en su pecho. ¿Se había alarmado ella por las mismas razones que él?
Agarró su mano y le soltó el agarre. —Angélica —dijo él, dándose cuenta de que había estado aguantando la respiración—. ¿Podrías... esperar un momento? Necesito un momento —dijo sintiéndose avergonzado.
Ella frunció el ceño pero asintió. —Sí.
—Volveré —le aseguró.
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