Angélica miró al hombre parado en el pasillo. Él no era alguien que esperase ver pronto. ¡O nunca! ¿Cómo pudo... cómo llegó aquí?
—Lo traje aquí. Trabajará para mí a partir de ahora —dijo el Señor Rayven.
—¿Simu trabajando para el Señor Rayven?
Ella volvió a mirar a Simu, quien estaba allí luciendo aterrorizado. Al igual que Sarah, podía ver que él no quería estar aquí.
—Mi Señor —hizo una reverencia y luego la miró—. Mi Señora —volvió a hacer una reverencia.
Esto era extraño. Muy extraño. ¿Qué estaba haciendo el Señor Rayven?
—Si necesitas algo del exterior, puedes enviarlo a él —explicó el Señor Rayven—. Ahora me marcho.
La dejó allí parada y cuando pasó junto a Simu, Angélica pudo ver cómo él se estremecía y se encogía donde estaba.
Luego, cuando el Señor Rayven se había ido, levantó la mirada hacia ella, casi suplicante.
¿Qué pasa con el momento en que ella suplicó? ¿Le importó entonces?
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