—¿Chay? —grité buscando a mi hermana mientras corría hacia la puerta del conductor, que estaba claramente atascada por lo hundido que estaba ese lado.
—¿Artem? —ella me respondió, podía escuchar diferentes emociones llenando su voz y haciéndola sonar espesa. Había dolor que sonaba tanto emocional como físico, había angustia, miedo y, por supuesto, ira y rabia. Estaba destrozada.
—Estoy aquí Chay, y los demás ya vienen.
Subí a la parte superior del vehículo y miré hacia adentro para ver cómo estaba la escena. Vi el asiento vacío de Estrella, su cinturón de seguridad estaba destrozado y había sangre en el asiento y en la puerta. Mucha sangre.
Mi corazón se aceleró y subió hasta atorarse en mi garganta.
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