—La mañana siguiente, Lydia se despertó sola y confundida. Estaba acurrucada en las mantas, como de costumbre, una mano debajo de la almohada, con la cara enterrada en ella. Pero no había un bloque de hielo que esperaba estar abrazando. Alzando la cabeza, miró alrededor frunciendo el ceño.
—Tanto por quedarse —murmuró Lydia, sentándose y mirando su mesita de noche, sin ver ni una sola nota dejada atrás.
Lydia balanceó sus piernas fuera de la cama y echó las mantas hacia atrás, sabiendo que tenía un día completo de trabajo hoy.
—Oh, señor —dijo Lydia al notar los moretones alrededor de sus muslos superiores donde él la había agarrado más. Se levantó débilmente de la cama y comenzó a prepararse para el día, cepillándose los dientes y tomando una ducha.
Lydia salió de la ducha y casi gritó asesinato al ver a un hombre en su habitación. Weston había vuelto a entrar en su dormitorio, completamente vestido. Ella tragó saliva y lo miró sorprendida.
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