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Lo siento

Los gemelos miraron a la Reina despertada con total incredulidad. Sus ojos se agrandaron al darse cuenta de que debió haber tomado prestado el poder de su hijo.

—¿Pero cómo era eso posible? —La Reina, a lo sumo, estaba embarazada de tres semanas. ¿Cómo podría ya tomar prestados los poderes de su hijo? —Era muy raro que los humanos portaran brevemente la fuerza de su hijo vampiro, pero a menudo ocurría cuando el niño estaba un poco más desarrollado.

—Adeline —suspiró Elías—. Inmediatamente, se apresuró hacia ella, envolviéndola en un fuerte abrazo. Enterró su rostro en el hueco de su cuello e incluso se arrodilló para estar a la altura de su mirada. Inhaló su olor, dulce y floral, compuesto por todo lo bueno del mundo.

Las manos de Adeline quedaron inmóviles a su lado. Miró al vacío, con una expresión en blanco en su rostro. Sus labios ensangrentados temblaban, pues sabía lo que él intentó hacer.

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