Eltanin era tan codicioso por los poderes, por la esencia de la vida que fluía de ella que no podía detenerse. Su fuerza vital le atraía tentadoramente. La quería toda como un maldito egoísta. Su cabeza daba vueltas mientras se alimentaba de ella como un vampiro, o peor que uno porque el vampiro se alimentaba de sangre. Él se estaba alimentando de su vida.
—Uhnn... Un gemido suave y amortiguado llegó a sus oídos. Un quejido que estaba ahí o no. No podía discernir porque todo en lo que se concentraba era la luz blanca que los envolvía a ambos. No podía creer que la niña pequeña fuera un reservorio de un poder tan vasto. Ignoró el quejido pensando que era un producto de su imaginación. Sin embargo, cuando lo oyó una vez más, hizo todo lo posible por emerger del hechizo que lo había capturado. Su respiración se hizo entrecortada mientras salía de la magia con cada ápice de su fuerza. Jadeaba mientras inclinaba la cabeza hacia abajo y aguzaba el oído.
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