Bajo el reinado de Nicolás, Auroria continuaba prosperando con seguridad y armonía. Las políticas innovadoras implementadas por el monarca fortalecieron la economía del reino y promovieron la igualdad social, asegurando un futuro prometedor para todos los ciudadanos.
En una mañana soleada en el Palacio Real de Auroria, Nicolás se preparaba para un evento especial: el anuncio de su compromiso con la noble Emilia de Marcella. Emilia era conocida por su belleza, inteligencia y su compromiso con obras de caridad que beneficiaban a los más necesitados en el reino.
En la Gran Sala del Palacio Real, decorada con flores y luces brillantes, los nobles y dignatarios se congregaron para presenciar el anuncio oficial. Nicolás, vestido con túnicas reales, entró con gracia y dignidad, seguido por Emilia, radiante en un vestido de seda azul adornado con bordados dorados.
"Nobles de Auroria," comenzó Nicolás con voz firme pero cálida, "hoy tengo el honor de anunciar mi compromiso con la noble Emilia de Marcella." La sala resonó con aplausos y vítores, reflejando el apoyo y la aprobación del pueblo hacia la unión de sus amados monarcas.
Emilia tomó la mano de Nicolás con ternura, mirándolo con admiración y gratitud. "Es un honor y un privilegio para mí unirme a Nicolás en este camino de servicio y dedicación a nuestro amado reino," dijo con voz clara y serena, ganándose el corazón de todos los presentes con su bondad y humildad.
Después del anuncio, Nicolás y Emilia recibieron felicitaciones y bendiciones de los invitados, compartiendo su alegría y gratitud por el apoyo recibido. Juntos, representaban una nueva era de esperanza y unidad para Auroria, inspirando a todos a trabajar juntos por un futuro aún más brillante.
En los jardines del palacio real, Helena y Leopoldo observaban con una sonrisa serena, llenos de gratitud y satisfacción por la felicidad de su hijo. "Helena," comenzó Leopoldo con voz suave pero firme, "nuestro legado de amor y servicio vive en Nicolás y Emilia."
Helena asintió con ternura, sintiendo el consuelo del abrazo de Leopoldo y la certeza de que su familia estaba destinada a liderar Auroria hacia nuevos horizontes de paz y prosperidad. "Leopoldo," respondió con afecto, "nuestro amor y dedicación siempre guiarán a Auroria hacia un futuro lleno de esperanza y alegría."
Con esa promesa de amor y legado resonando en sus corazones, Helena y Leopoldo se abrazaron en la calidez de los jardines reales, encontrando consuelo y fortaleza en el calor de su amor mutuo. En ese abrazo, supieron que, aunque su tiempo como monarcas había llegado a su fin, su legado de amor, compromiso y servicio perduraría en Auroria mucho más allá de sus días.