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Capitulo 1

Isabella Montoya estaba disfrutando de una tranquila tarde en su pequeño estudio de arte, donde los rayos del sol se filtraban a través de las grandes ventanas, iluminando sus lienzos llenos de color. Pintar siempre había sido su refugio, su escape del mundo real. Pero esa tarde, su refugio fue brutalmente interrumpido cuando recibió una llamada urgente de su padre.

—Isabella, necesito que vengas a la oficina de inmediato —dijo su padre con una voz que denotaba una mezcla de preocupación y urgencia.

Sin pensarlo dos veces, Isabella dejó sus pinceles y se dirigió a la oficina de su padre, ubicada en el centro de Los Ángeles. Cuando llegó, encontró a su padre, Emilio Montoya, sentado detrás de su escritorio, con el rostro marcado por la desesperación. Junto a él, estaba un hombre que ella no conocía.

—Papá, ¿qué está pasando? —preguntó Isabella, tratando de mantener la calma.

Emilio se levantó lentamente y se acercó a su hija. Sus ojos reflejaban una tristeza profunda.

—Isabella, quiero que conozcas a Alejandro Vargas —dijo, señalando al hombre a su lado.

Alejandro era alto, con una presencia imponente y unos ojos oscuros que parecían ver a través de ella. Isabella sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras Alejandro le extendía la mano.

—Es un placer conocerte, Isabella —dijo Alejandro con una voz firme.

Isabella estrechó su mano con cautela, sintiendo una inexplicable sensación de desconfianza.

—Papá, ¿qué está pasando? —repitió, mirando a su padre con insistencia.

Emilio respiró hondo y se sentó nuevamente. Su voz temblaba mientras hablaba.

—Isabella, estamos en una situación muy grave. La empresa está al borde de la bancarrota. He cometido muchos errores y las deudas nos están consumiendo. No sé cómo salir de esto.

Isabella sintió un nudo formarse en su estómago. Su padre siempre había sido un hombre fuerte y seguro, pero ahora parecía roto, derrotado.

—¿Y qué tiene que ver él con esto? —preguntó, señalando a Alejandro.

Alejandro tomó la palabra, su voz era calmada pero autoritaria.

—Tu padre y yo hemos llegado a un acuerdo, Isabella. Estoy dispuesto a saldar todas las deudas de la empresa y asegurar su futuro. Pero a cambio, necesito algo de ti.

Isabella lo miró, incrédula.

—¿De mí? ¿Qué es lo que quieres?

Alejandro hizo una pausa, dejando que el silencio llenara la habitación antes de hablar.

—Quiero que te cases conmigo.

Las palabras de Alejandro cayeron como una bomba en la mente de Isabella. Se quedó sin habla, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Miró a su padre en busca de una negación, una explicación, pero Emilio solo asintió, sus ojos llenos de culpa y desesperación.

—Isabella, por favor entiende. No tengo otra opción. Esto es para salvar a nuestra familia, para salvar todo por lo que he trabajado.

Isabella sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La traición de su padre, el frío cálculo de Alejandro, todo se combinaba en un torbellino de emociones que amenazaba con abrumarla. Pero en medio del caos, una cosa quedó clara: su vida nunca volvería a ser la misma.

—No puedo creer que estés haciendo esto, papá —susurró Isabella, con lágrimas en los ojos.

Alejandro la observó, su expresión impasible.

—Tienes tiempo para pensarlo, Isabella. Pero no demasiado. La decisión es tuya.

Isabella salió de la oficina sintiéndose atrapada, traicionada y sin salida. Sabía que su respuesta definiría su futuro y el de su familia. Y por primera vez en su vida, se sintió verdaderamente sola.

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