—Intenté detenerte. Querías venir aquí porque ambos estábamos borrachos. Tus amigos no estaban ahí para ayudarte. Yo... no podía... —intentaba suprimir el hipo, pero él lo oyó—. No podía dejarte atrás, sola, en ese estado tan indefenso.
Rafael miró a su alrededor y encontró una jarra y un vaso. Fue hacia allí para servir agua y le ofreció el vaso, pero ella lo rechazó empujando su muñeca —No lo quiero —sollozó ella.
—Escucha, Val. Lo siento. ¡Vale! Yo... —se mordió los labios entre los dientes, sin saber ya qué más decir.
—Tu lo siento no es suficiente —ella espetó y empezó a llorar de nuevo—. ¡Ahora vete!
Rafael estaba sorprendido.
Ninguna mujer le había hablado así. Después de pasar la noche con él, siempre estaban contentas.
Acostumbraban a dormir con él, esperando que les ofreciera un anillo de diamantes la mañana siguiente pero acababan completamente decepcionadas cuando él les ofrecía dinero en efectivo.
¿Pero esta?
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