Su mirada se elevó cuando cruzó por su mente el inquietante pensamiento. Había una sonrisa burlona en su rostro, y ella podía sentir cómo su rostro se calentaba.
—¡Dios mío! ¡Él sabe lo que estoy pensando!
Intentó sonreír y sacudirse el sentimiento —¿C-cuánto tiempo se supone que debemos sentarnos así? —no quería sonar tímida, pero su intensa mirada la hacía sentir cada vez más consciente de sí misma.
—No tengo planes de dejarte ir —dijo él casualmente, pero Marissa podía ver el destello juguetón en sus ojos.
Ella era consciente de que el rubor debía estar subiendo lentamente por su cuello —Entonces, ¿esperas que me siente aquí y pase el día en este sofá, hablando contigo? En serio, ¡Rafael!
Él se inclinó y presionó un suave beso en su sien, su aliento era cálido contra su piel —No me importaría, Fresa. ¿No tenemos años para ponernos al día?
Ella no dijo nada y solo miró su rostro.
—¿Disfrutando de la vista hasta ahora? —preguntó él con picardía.
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