El resto del viaje Marissa no pudo dejar de pensar en qué había salido mal. Él seguía respondiendo sus preguntas pero se había quedado repentinamente en silencio.
Cuando llegaron a casa, él apagó el motor y se reclinó hacia atrás inclinando la cabeza hacia ella.
—Estamos en casa —murmuró con voz baja. Marissa miró por la ventana y luego se giró hacia él.
—¿Vas a entrar a conocer a los niños? —preguntó ella.
En lugar de responderle, él desabrochó su cinturón de seguridad y se inclinó para desabrochar el de ella también. Sin embargo, no se enderezó y permaneció allí, cerca de ella.
Sus manos estaban colocadas a ambos lados de su asiento. Y su rostro estaba peligrosamente cerca del de ella.
—Quiero —dijo mirándola a los ojos—, pero surgió algo. Una emergencia. Vendré a conocer a los niños pronto —murmuró apartando su cabello negro de su rostro y colocándolo detrás de su oreja.
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