Después del desayuno, Beatriz no podía dejar de hablar sobre la comida. —Fue el desayuno más delicioso que jamás había probado.
—La avena estaba en su justa medida de picante y caliente y los donuts secos que él hizo para ella estaban tan buenos. Podría comerlos por siempre.
Le había explicado que su compañero de dormitorio en la universidad era un estudiante africano de Ghana y le había enseñado a prepararlo. Desde entonces, había estado obsesionado con la comida. Y ella no podía culpable. Era literalmente perfecta. Esa era una de las razones por las que ella quería viajar por todo el mundo para probar también la comida de otros países.
—¿En qué estás pensando? —susurró Damien profundamente en su oreja izquierda.
—N-nada... —tartamudeó, sus mejillas se sonrojaron de un tono rosa y su corazón latía fuertemente contra su caja torácica, la proximidad de Damián la volvía loca.
Damien sonrió con suficiencia.
—Bueno, ¿estás lista para irte?
Beatriz asintió.
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