Un hombre ordinario no es culpable, pero poseer un tesoro te hace culpable

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Cuando Bai Di finalmente terminó, Lin Huanhuan estaba tan cansada que estaba a punto de colapsar.

Él la limpió, luego se acostó a su lado y besó su frente —Te ha sido difícil.

Lin Huanhuan lo ignoró y cerró los ojos para dormir.

No sabía cuánto tiempo había dormido hasta que Bai Di finalmente la despertó.

Bai Di le trajo el caldo caliente a la boca —Levántate y come algo antes de volver a dormir —dijo suavemente.

Lin Huanhuan bebía todo el tazón de sopa de carne.

Después de comer algo, el ánimo de Lin Huanhuan mejoró.

Bai Di se desató la falda de piel en su cintura.

Los ojos de Lin Huanhuan parecían haber sido escaldados. Rápidamente se cubrió los ojos y dijo con la cara roja —¿Por qué te quitaste la ropa sin decir una palabra? ¡Sinvergüenza!

Bai Di la miró impotente —Quiero que veas el patrón de estrella en mi cintura.

Lin Huanhuan: "..."

Ella lo había malinterpretado.

Tosió y bajó las manos incómodamente.