La atmósfera en el salón era gélida, con todos conteniendo la respiración.
No solo Hugo Lawson estaba tenso, sino que también los demás miembros de la familia Roach no se atrevían a respirar demasiado fuerte. Para la familia Roach, el anciano representaba una autoridad absoluta.
Nadie en la familia Roach se atrevía a resistir las palabras del patriarca. Incluso Virginia Davidson, conocida por sus rabietas, sabía contenerse en casa.
—¡Ja ja ja ja! —Kevin Roach estalló en carcajadas, mirando con aprobación a William Cole—. Joven, tienes agallas.
Sin embargo, su expresión se volvió seria de nuevo:
—Pero solo tener agallas no es suficiente. ¡Atreverte a hablar así conmigo significa que debes tener habilidades reales!
—Si no puedes presentar un plan de tratamiento dentro del día de hoy, te quedarás en la casa Roach hasta que encuentres una solución.
William Cole sonrió:
—No necesito un día. En cinco minutos, puedo despertar a la señorita Roach.
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