—Aún así... es nuestra única opción. No quiero separarme de ti —dijo Ren. Su atención estaba en el pergamino, leyendo su contenido, así que no le dio mucha importancia a lo que dijo.
Una sensación cálida y acalorada se hizo paso en el cuerpo de Elena. También sintió que su ritmo cardíaco aumentaba, sus palmas se volvían sudorosas y, por primera vez, sintió que quería escapar de la situación actual.
Ren había firmado el acuerdo, y todos excepto la Princesa permanecían enraizados en su lugar, mirándolo con la cara roja, sin parpadear.
—¿Qué? —preguntó Ren.
Con su voz, Elena salió de su trance y miró hacia otro lado con una cara obstinada y tosió entre puños para sacarse ese gran bulto de la garganta.
—Nada —dijo ella.
Ren no le dio más atención mientras la Reina Floraia sostenía el pergamino, diciendo:
—No te preocupes. Mis tareas son lo suficientemente simples pero intimidantes para una mujer de mi estatus.
Ren solo podía imaginar.
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