Mientras cabalgaban a través del árido desierto, el sol abrasador bañaba el paisaje con tonos dorados, haciendo que el calor reverberara en el aire. El viento soplaba suavemente, trayendo consigo el susurro de las dunas de arena que parecían bailar a su alrededor. Al-Zahir guiaba al grupo, su elegante silueta recortándose en el horizonte. Caminaba con una serenidad natural, su bastón tocando la arena a cada paso, marcando el ritmo del camino del viento.
—Mis valientes compañeros de viaje, permítanme contarles la historia de este vasto e implacable desierto —comenzó Al-Zahir, su voz resonando suavemente en la desolada extensión.
Mientras hablaba, hacía gestos con sus manos como para dar vida a las palabras. Sus movimientos fluidos se mezclaban perfectamente con la melodía del viento y el desierto, creando un espectáculo hipnotizante.
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