El acechador, al parecer consciente de la persecución de Klaus, se movía hábilmente entre los árboles, manteniendo siempre una distancia segura. Klaus estaba decidido a alcanzarlo y descubrir sus intenciones, pero el terreno accidentado dificultaba su avance. Luchaba por mantener el equilibrio mientras saltaba troncos y esquivaba obstáculos, sus músculos tensos y listos para reaccionar ante cualquier movimiento repentino.
El sonido de las ramas rompiéndose y los pasos rápidos resonaban a través del bosque, impulsando la adrenalina de Klaus. Podía sentir la emoción y la urgencia de la persecución creciendo dentro de él, tanto que no dejó de correr incluso cuando casi choca con un chico que llevaba varios palos, haciéndole tirarlos.
La distancia entre Klaus y quienquiera que lo espiaba disminuía gradualmente, y Klaus se acercaba cada vez más al acechador, cuya figura se hacía más clara al acercarse a un claro abierto.
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