—Ahora que tu cuerpo se está acostumbrando a mí... ¿comenzamos? —murmuró Asher de manera atrapante, su mirada ardiente envolviéndola.
Los ojos de Lysandra parpadearon al sentir su mirada abrasadora y lentamente asintió mientras sentía un calor profundo esparcirse dentro de ella, susurrando:
—Puedes moverte...
—Entonces será mejor que te agarres de mí —instruyó Asher, guiando su mano hacia su ancho hombro.
Con su muslo aún colgando sobre su antebrazo, con una fuerza rítmica, Asher comenzó a moverse; sus cuerpos ya encerrados en expiación y, ahora, en ritmo sincronizado.
—Han~...
Un gemido silencioso escapó de los labios de Lysandra, fusionándose perfectamente con el ambiente de la caverna.
Cada vez que él introducía su grueso miembro en ella, su agarre en su hombro se endurecía, su cuerpo levantándose como si intentara escapar de la gravedad misma.
Sus uñas se clavaban en su músculo, dejando leves huellas mientras él la llenaba una y otra vez.
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