En un cambio repentino e inesperado en la atmósfera, el suave susurro de una orden emanó de Asher, su voz resonando a través de la Piedra Susurro —Caelum, es hora.
Una onda de anticipación se movió a través de la multitud, sus miradas desplazándose hacia la elegante carroza estacionada discretamente cerca del borde de la plaza. Había un silencio escalofriante, el aliento colectivo de la multitud contenido en abstinencia.
La puerta de la carroza se abrió de golpe, y salió Caelum, su presencia esparciendo un aire de encanto.
Detrás de él, dos de sus hombres emergieron, arrastrando a cuatro figuras desde la oscuridad de la carroza.
Sus ropas estaban desaliñadas pero eran inequívocamente de alta calidad, el tejido de la nobleza.
Intentaban ocultar sus rostros en vano, pero su porte era inequívoco. Eran hombres de poder, de linaje. Eran los señores de sus nobles Casas.
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