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Observando la expresión sombría de Ali, Jelia asintió con gravedad.
Ella no era una de esas niñitas que no entendían nada del mundo.
Habiendo sido testigo de la vida y la muerte, ella era muy consciente de que una vez que alguien muere, lo pierde todo.
Antes de poder proteger a otros, primero debes protegerte a ti mismo.
Esta era una frase que Howard solía reiterarle a Jelia, quien la trataba como una verdad absoluta.
Después de asegurarse de que el escudo de maná estaba activo, Ali asintió y se dirigió hacia el carruaje volcado.
El carruaje parecía común, un diseño de dos ruedas que se veía con frecuencia, con un dosel en la parte superior y diseñado para ser tirado por un solo caballo.
Sin embargo, su construcción ligera significaba que no podía conducirse demasiado rápido incluso en caminos relativamente suaves sin arriesgarse a volcar.
Esto se debía a su alto centro de gravedad, a menos que estuviera cargado con mercancías pesadas para mantenerlo firme.
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