Cuatro personas estaban sentadas en una sala de reuniones.
El ambiente era pesado y tenso.
Irwin se sentó en una de las sillas y miró la mesa, sus ojos húmedos por las lágrimas.
Carl miraba con seriedad a las dos personas al otro lado de la mesa.
Ramona Illium se frotaba el puente de la nariz.
Hera Marion miraba la mesa con profundo pensamiento.
Silencio.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Carl.
Ramona suspiró. —No depende de nosotros.
—Depende de Nick —dijo Hera sin levantar la vista de la mesa—. Lo que hagamos no importa.
—Él fue la víctima, y lo que él quiera hacer es lo que sucederá.
—Lo mejor que podemos esperar es que Nick no culpe a Solace —dijo Hera.
—No creo que lo haga —dijo Carl—. Hablé con él y parecía un tipo genuino.
Hera no parecía segura. —También lo pensé hace un par de años, pero no estoy segura de que siga siendo cierto. Cambió bastante.
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