—¡Bofetada! —Elisa sintió un dolor ardiente en sus mejillas, las lágrimas rodando mientras veía a la mujer que estaba frente a ella—. ¡Todo por tu culpa! —gritó la mujer—. Su cabello era rojo y sus ojos de color negro.
Elisa sabía lo que esto era—una pesadilla. Siempre tenía esta pesadilla varias veces que sabía lo que era y cómo transcurriría. Esta era otra memoria suya cuando aún era niña en la que su madre la había maldito a muerte, queriendo matarla.
Cerró los ojos, sin querer verlo de nuevo ya que podía sentir que cada vez que sus recuerdos volvían a esta pesadilla, su corazón se rompía en pedazos. Miró hacia otro lado donde su madre había abandonado la casa. Levantándose de su lugar, Elisa sintió sus pequeñas piernas caminando lejos de la cama.
Salió a hurtadillas por la puerta que su madre no había cerrado. Primero asomó la cabeza hacia la izquierda y la derecha, tratando de ver si había alguien y dónde no lo había, Elisa caminó descalza fuera de la casa.
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