Luciano corrió hacia el edificio anexo en lugar de la sala del médico. Llamó a la puerta varias veces, pero como no escuchó una voz, la abrió con toda su fuerza.
Entró y miró a su alrededor. El lugar estaba oscuro y vacío, pero no podía estar seguro.
Sabía que la bruja era lo suficientemente fuerte como para crear el hechizo de ilusiones y lo que estaba viendo podría ser una escena que no existía.
Abrió la boca pero la cerró de nuevo. Quería gritar su nombre, pero se dio cuenta de que no tenía idea de cuál era.
—¿Qué estás haciendo aquí? —escuchó a dos guardias entrar y mirarlo con el ceño fruncido.
—¿No sabes que eres un esclavo? ¿Qué haces corriendo por aquí como si fueras el dueño de este lugar? —Le dieron un resoplido frío, pero él no tenía tiempo para sus actos infantiles.
—Hazel, ¿la conoces? Está herida y Rafael la llevó con él. —gritó mientras sus ojos recorrían toda la habitación.
Los guardias se miraron el uno al otro y luego a él como si se hubiera vuelto loco.
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