María miraba las monedas de oro en su palma. Era analfabeta pero podía decir que el dinero era demasiado para compensar por los muebles dañados.
Levantó la vista para ver a Kira, pensando que la mujer exigiría cambio después de que María calculara el costo de los daños. Sin embargo, Kira ya se había ido. Caminó siguiendo a Emmelyn fuera del comedor, con aspecto jovial.
—¡Señorita! ¡Esto es demasiado! —María la llamó, pero Kira solo levantó la mano sin mirar atrás y le dijo que se quedara con el cambio.
La criada no podía creer su suerte. Rápidamente metió el dinero en su bolsillo y se preparó para limpiar. Su estado de ánimo era tan bueno que ya no se estremecía de asco al ver las manos ensangrentadas esparcidas por el suelo.
Incluso tarareó cuando recogió una y la puso en el cesto de la basura.
***
—Bienvenida —dijo Emmelyn al abrir la puerta y recibir a Kira en su habitación. La pirata frunció el ceño mientras echaba un vistazo alrededor.
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