—La cena estuvo deliciosa —dijo Rosalind con una sonrisa en su rostro—. Gracias.
—Es la primera de muchas —dijo él—. Deberías probar el postre —señaló hacia el tazón frente a ella.
—¿No es pudín? —sonrió ella.
—No. Es diferente.
Rosalind frunció los labios. Luego usó una cuchara dorada para comer el postre frío en el pequeño tazón blanco.
—Esto es— Su textura le recordaba a la nieve. Tenía un rico sabor a leche, pero no era demasiado dulce. —¿Qué es esto?
—Es helado. Viene de Wugari.
—Oh… —la Condesa y la Princesa le dijeron que no había postres como este en Wugari. Decían que aquel lugar estaba lleno de guerra y muerte. Sabía que estaban exagerando, pero no sabía que estaban mintiendo descaradamente frente a su cara.
Por alguna razón, se sintió irritada.
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