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En Vivo 2

Sabía que solo habían pasado unos minutos desde que empezó a correr, pero para Rosalind, se sintió como una eternidad. Una parte de ella quería quedarse. Quería ayudar a Huig a luchar contra Loren, pero la otra parte de ella sabía que solo sería una carga si lo hacía.

Su luz era inútil y estaba a punto de agotar su oscuridad. Por suerte, los otros mercenarios que Victoria había contratado eligieron irse cuando vieron su daga maldita y Dorothy y Jeames habían decidido irse para salvarse a sí mismos. Los dos eran extremadamente egoístas, así que no había forma de que fueran a esperar mientras Victoria intentaba lidiar con Rosalind.

Aún así, Rosalind sabía que no podía desperdiciar su valioso tiempo.

Tal y como le había indicado Huig, Rosalind corrió lo más rápido que pudo hacia el acantilado donde se encontraba un gran árbol sin hojas. Un árbol que marcaba el final de las ruinas que la controlaban. Optó por no detenerse, aunque sus rodillas temblaban y estaba casi sin aliento.

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