—¿No te sientes bien? —preguntó ella con una mirada de preocupación.
—¿Eh? —Sebastián miró a su madre de arriba abajo mientras ella se sentaba en la intrincada silla de jardín frente a él. La curiosidad giraba en sus ojos, inclinando la cabeza a un lado mientras esperaba su explicación.
—Tu ropa —señaló—. No hace tanto frío.
—Oh… —se rió incómodamente Cielo—. Así que eso es lo que querías decir.
Para cubrir todas las marcas que Dominic le había dejado en la piel, Cielo tuvo que vestir algo conservador. Por lo tanto, optó por un acogedor jersey de cuello alto y pantalones largos.
—Ahora que lo pienso —Cielo se tocó la frente antes de sonreírle—. Estoy bien.
—¿Entonces por qué estás toda cubierta? —preguntó Sebastián con curiosidad.
—¿Eso? Simplemente agarré la primera prenda que encontré porque tenía prisa —Cielo apoyó sus brazos en el borde de la mesa, sonriendo de oreja a oreja.
Sebastián inclinó la cabeza a un lado —¿Por qué tenías prisa?
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