—¿Así que piensas que esta es la mejor manera de lidiar con ello? Solo la estás malcriando —preguntó Azura a Sebastián, quien suspiró y miró a su esposa, que tenía una expresión divertida en su rostro.
Seguramente estaba disfrutando esto.
—No necesito tu permiso para mantener a mi esposa a mi lado y mimarla —Caminó hacia su esposa y tomó su mano, su mirada advirtiendo a todos que si alguien se atrevía a acercarse, él tomaría represalias.
—Sr. Marino, no puede llevarme a todas partes así como así. Tengo otras cosas que hacer también —susurró Elliana, aunque su corazón disfrutaba la sensación de su mano sujetándola y la forma en que la agarraba.
—Nos arreglaremos, ¿verdad? —Sebastián se volvió hacia ella y le acarició las mejillas, haciendo que la chica parpadeara suavemente.
—Bueno, si tú lo dices —Elliana se sonrojó y Natanael miró a la chica con incredulidad.
¿Era ella la misma chica que no se dejaba domar por nadie hace solo unos minutos? ¿La que no le había hecho caso a él?
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