—¿Cuál es el problema con la firma del acuerdo? ¿No se suponía que todo estaría finalizado hoy? —preguntó Dora, su voz aguda por la impaciencia mientras sus ojos se estrechaban hacia el ministro, quien estaba sentado frente a ella, su cara fruncida por la frustración.
El ministro suspiró pesadamente, frotándose el puente de su nariz. —Se negaron —murmuró, como si todavía no lo creyera—. Todos estábamos allí, preparados para firmar, y su ministro lo rechazó rotundamente en el último minuto. Dijo que estaban obteniendo una oferta más lucrativa de otra parte.
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