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—Otoño estaba distraída y somnolienta. Mientras se movía entre las ollas y sartenes, devolviéndolas a su lugar, simplemente no podía concentrarse. Podía escuchar las voces que venían de la habitación de arriba y sabía que no debía preocuparse.
Gabriel Frost era muy perceptivo. Había dejado la puerta del cuarto de Arabelle abierta a propósito para que no se preocupara. Y sin embargo, ella no podía relajarse. Le parecía extraño pensar en vivir con un hombre al que apenas conocía. Pero podía reconocer su risa, eso seguro. El hombre tenía una risa sonora y por cómo parecía disfrutar del restaurante imaginario de Arabelle, una gran imaginación para la comida. La había mantenido ocupada haciendo todo tipo de cosas en su cocina imaginaria, para su disfrute.
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