"Y, sin embargo, Lucien ni siquiera la miraría, sino que simplemente dijo:
—Tengo que volver a la oficina ahora. Te veré después. Buenas noches.
Cuando Lucien hizo el movimiento para partir, los dedos de Evana se aferraron instintivamente a la esquina de su chaqueta, una súplica silenciosa en sus ojos. El material tensó, obligando a Lucien a detenerse abruptamente. En la habitación, un pesado silencio colgaba en el aire, cubierto con la confusión de Evana y el frío de Lucien.
Su voz, una delicada mezcla de vulnerabilidad y determinación, rompió el silencio:
—Lucien, por favor, no te vayas.
Lucien soltó un suspiro cansado, el agotamiento grabado en su postura, pero no hizo ningún intento de liberarse o de mirarla. Pero Evana se sintió alentada. Quizás lo que estaba causando esta distancia podría resolverse.
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