—Hola guapo —ronroneó Isabella al entrar en el acogedor café—, sus ojos brillaban de emoción.
No pudo evitar notar cómo la mirada de Ian se posaba en ella, y un escalofrío recorrió su columna vertebral. Después de todo, se había esmerado en vestirse para este hombre tan guapo, ya que no había podido dejar de pensar en él desde aquella mañana. Diablos, no había pensado en alguien de esa manera desde su enamoramiento de Tom Cruise.
Y de alguna manera, cada protagonista masculino en las novelas que había intentado leer había tomado su rostro y la protagonista, el suyo. Trató de contener su emoción. Aunque él había sido el que la había invitado a salir, no necesitaba mostrar que estaba interesada tan pronto. Ian Frost podría ser un experimentado playboy, pero ella no iba a caer en su cama en la primera cita.
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