—Sin haber esperado tal respuesta —Demetri le mordió lentamente la oreja antes de alejarse. Al recoger su café, estaba listo para regresar a su habitación, cuando escuchó sus palabras murmuradas:
— «Creo en el Quid pro quo».
—Una expresión sabia se extendió por su cara mientras se volvía a mirar a la chica. Ella estaba roja de vergüenza, un aspecto adorable en ella, pero ella enfrentó su ardiente mirada con la suya. Podía ver en sus ojos, la sed de este conocimiento carnal.
—En un momento, Demetri había cubierto la pequeña distancia entre ellos mientras le preguntaba:
— «¿Qué dijiste?»
—Sus dedos atraparon su barbilla, inclinando su cara hacia arriba mientras su pulgar acariciaba sus labios. Todas las palabras que ella pudo haber pensado desaparecieron de su cabeza y solo pudo seguir su instinto. Le mordisqueó ligeramente el pulgar, queriendo hacer más. Sus ojos le suplicaron que la guiara, que la enseñara, y Demetri no pudo evitar gemir.
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