Ares observó al hombre alto que era escoltado por los guardias. Sus altas botas de cuero brillante con tacones y tobillos decorados con cadenas hacían un sonido de clic al caminar. Una larga chaqueta negra llegaba hasta sus botas en las rodillas con botones de plata alineados a cada lado debajo del cuello. Debajo llevaba una camiseta blanca y un chaleco negro, muy bien planchado.
Sus manos estaban cubiertas con un par de guantes de cuero negro y tenía un bastón en una de ellas. Un bastón de madera negra con una empuñadura de plata.
«Elegante», pensó Ares.
Camina recto, su pelo oscuro peinado hacia atrás desde una cara que le marcaba como un dragón. Y esos ojos eran los más singulares que jamás había visto. El hombre estaba bendito con la belleza.
Nazneen estaba de pie a su lado, también observando.
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