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La esposa. Mi primer encuentro con Gaia. –

La esposa. Mi primer encuentro con Gaia. –

 

 

 

Tu nombre te identifica. Eso es una verdad. -

 

 

 

Dicen algunas teorías matemáticas descabelladas que hay un porcentaje estimado para localizar vida en el universo. La teoría, es la llamada ecuación de Drake, de la cual se estima la cantidad de vida inteligente que puede existir fuera de nuestro planeta tierra alrededor de la galaxia, y la vía láctea. Esa posibilidad de emisión radial de que nos encontremos a alguien esperándonos por ahí. Esa fórmula también se utilizó para encontrar el amor. Backus, un economista británico confesó que ese porcentaje equivale a 0,0000034 %. Un número bastante preciso. Esto quiere decir que hay un 0,0000034 % posibilidades de que puedas descubrir al amor de tu vida en algún lugar de la tierra. Es cierto que tiene poca credibilidad, e incluso parece más un juego mentiroso de estadísticas tontas, en la cual uno arriesga la esperanza. No hay lógica, aunque al final de cuentas, no creo que sea tan incorrecto. A ella la encontré, y puede que sea obra del destino, o de esas probabilidades de la ciencia ¿Si es? ¡No puedo explicarlo!, Pero puedo asegurar que cuando se hizo presente, sentí en algún lugar dentro de mí, que la he estado buscando desde muchos antes de existir.

¿Seguro querrán saber por qué tengo esa certeza? Lo van a tener que averiguar a medida que la historia se desarrolle.

 

 

Antes que nada debo decir que estoy con vida, y eso es importante. Si no fuera por ella. Ahora el matrimonio ¡Ahh! ¡El matrimonio! No dudé un segundo en tomarle la mano, aunque su rostro estaba repleto de significados de esos que lo

 

hacen ver a uno como un loco enamorado, aunque ella me aceptó así todo demacrado de aquel accidente. –

Pero bien primero quisiera presentarme, va no creo que sea preciso. Una presentación es algo formal, pero a quien les dicta estas palabras, lo van a ir conociendo a medida que avance la historia ¡Cuidado!, no es que no me preste atención a mí mismo, pero en fin, ni siquiera el nombre es tan importante. O en verdad lo es, aunque no el mío justamente. Cuando llegué al mundo estaba bañado de un líquido viscoso, y mis padres dijeron es muy bello ¡Vamos! ¡Por favor! Ningún recién nacido es bello, es más se parece a un tomate. De inmediato lancé un gas desde uno de mis orificios. Tenemos varios. Sin embargo no entraré en detalles. En ese momento mi padre, Horacio Francis Ruppert, un astrónomo amateur, e historiador, arqueólogo de profesión que tanto ama las estrellas, eligió como nombres aplicativos: Júpiter Anónimo Ruppert.

Júpiter sabrán que por ser un planeta gaseoso. No les mencioné que la incapacidad intestinal prosiguió con mis pocos modales con lo que llegué al mundo, y Anónimo es porque nadie sabe a ciencia cierta quien descubrió a Júpiter. Entonces mi padre tuvo la maravillosa idea. ¡¡¡Qué digo idea!!! ¡¡¡¡Gran pensamiento!!!! ¡¡¡Demonios!!! De poner ¡Anónimo! Como segundo nombre. De más estar indicar mi apellido.

Pero ambos me acompañaron durante mi vida de infancia- adolescencia – adultez.

- ¿Te llamas Júpiter? – Dijo preguntando como con cierta gracia, mi primera maestra en preescolar – Jardín – O cómo quieran llamarlo al inicio de escuela. -

- Debe ser por su cara redonda. –

- ¡Es el planeta!. –

 

- ¿Si creo? ¡Uh! ¿Y ese olor?

- ¡Ay! Júpiter ¿fuiste tú? Abran las ventanas. –

- ¡Uf! Cierto –

- ¿Anónimo? No parece que lo fuera a conocer alguien En definitiva ese fue mi inicio en la escuela.

A mí entender siempre me dije que quizás la casualidad lleva a la denominación. Fui una estrella fallida aparentemente. -

 

 

- ¡Eh! ¡¡¡Júpiter!!! ¿Eres de otro planeta?

- ¿Otro planeta? ¡¡Mmm!! ¿No? – Me decía pensativo.

- ¿No te estrellaste aquí?

- ¿Por qué lo haría? – Pregunté – ¡Claro que no!

- ¡¡¡Oye Júpiter!!! ¿Cuándo escribe pones, anónimo?

- ¡A veces!

- ¿Y saben quién eres?

 

Al irme mi madre a buscarme se confundían

 

- ¿Júpiter? ¿Anónimo?

- ¿El planeta? ¿Quién es?

- Es mi hijo, ¡¡¡¡vengo a buscarlo!!!! – Se enfadaba mi madre. –

 

 

 

Hay que tener presente que siempre me escondía en algún recóndito lugar. Era mi galaxia de escape. Perdón. Esto de tener nombre de planeta complica las cosas. No es que quiera hablar del espacio.

Claro que luego de un tiempo, y encerrado en mis libros de estudio, supe que Júpiter era un planeta. Más tarde descubrí que anónimo era desconocido. No

 

Que anónimo fuese desconocido, no entiendan mal, sino que significa desconocido. Bien, puede que me haya expresado mal. Ustedes me entienden. -

A medida que fui creciendo, mi contextura física mudaba. Tengo un metro sesenta y cinco, ni siquiera hago honor al planeta padre. Pelo castaño casi oscuro y con cabellos que quieren escapar, ojos color café con una retina muy pequeña. También me llaman ojos de pescado muerto. Nariz achatada.

La adolescencia, fue un paso efímero. Como una meteorito en la entrada de la estratosfera, y luego mi primer año de universidad en la carrera de historia. Se me daba bien los números, y las leyes, la cartografía, y finanzas, pero quería algo más tranquilo. También acepté un trabajo en la parte de logística y turismo de un museo muy reconocido de un magnate, aprovechando mi carrera en sus comienzos. -

 

 

Entonces era un planeta desconocido. Y ello me acompañó por mucho tiempo hasta que apareció ella.

 

 

En la secundaría se podría decir que era un alumno bastante comprometido. Ya es de saber. Promedio seis a siete de nota. Malo solamente en mi karma de idioma. Digamos que no podía pronunciar bien mi nombre en inglés, portugués, o francés. Algo venerable en deportes y poco social. A decir verdad la palabra sería asocial. O bastante chato para el público. No sé quién dijo que vivir en sociedad significa comunicarse. El hombre está hecho para ello. Bueno, tuve que relacionarme. Sin embargo soy profesional en anti-sociedad.

El último año me propuse estudiar la máximo, y logré entrar en la universidad. Ya tenía un año y estaba en mi segundo. Fue ese día al salir de la facultad de historia que todo ocurrió. Había ido a dejar unos papeles importantes de materias. La inscripción con una planilla de la cual llevaba mi firma y aclaración.

 

- ¡Señor no ponga Anónimo! Y no sea bromista. Necesito su nombre y apellido

- Ese es mi nombre y apellido – Repliqué enfadado. -

- ¿Júpiter Anónimo…?

 

Creo que no dije más nada luego de ello. En fin y sin dilatar el asunto. Salí a las 21:00 del día 27 de Junio del corriente año. A la hora en que una gran luna llena posaba su luz en la noche. Tenía mi recibo de documentación aprobado. Creo que fui el primero. Un ruido de zapatos se oía al caminar del lado de la vereda que triangula con la plaza que se acerca a la avenida.

Una silueta se colocaba el zapato cuidadosamente. Luego abrió una botella de agua y bebió un sorbo.

Su pelo largo rojizo y oscuro y sus ojos color rojo pulpa de sangre se entremezclaban con la brillante esfera de una estrella lejana. Por un momento ella me vió, y su cabello se extendió como queriendo volar.

Me mantuve quieto mirando en la lejanía su belleza. Estaba hipnotizado. Mis manos dejaron caer entonces el bolso que llevaba y varios papeles se desparramaron. Me agache en el suelo a recogerlos sin quitarle la vista. P3onto comenzó a caminar y tomé todo de manera veloz para seguirla.

- No, debo ir por ella – Me dije y guardé todos los papeles y documentación de forma desordenada. No importaba.

Al continuar ella estaba del lado de enfrente de la calle en el ir y venir de los automóviles. Y vigilando el paso me dispuse a cruzar. Estaba sonriente.

- ¡Ey! ¡Disculpa…..! – No escuchaba. ¡¡¡Ey!!! ¡Perdona! –

 

Ella se dio la vuelta. Me vió, su cabello rojizo comenzó a expandirse como si el viento lo manipulara nuevamente, como si cada rizo tuviera vida propia, despeinándose en la noche. Sus raíces dejaban ver el matiz oscuro en líneas. Era

 

como una intrépida amazona de la jungla cazando. Y su hermoso cabello resplandecía con sus ojos rojos tintos.

- ¡Gracias a Dios! – Sonreí al verla. – Perdona que te diga esto. Pero debo decir que eres hermosa – En ese momento la piel de mi rostro cambió a un rojo sumiso. Era pura vergüenza, y no podía creer lo que estaba diciendo. La dama no entendía bien. Allí mi mente, no, mejor dicho mi corazón le pidió una cita. – Escucha, sé que es insólito, pero ¿Quisieras tener una cita conmigo? – Me fui a acercando a ella. Lo dije sin meditar. Fue un acto reflejo desmedido e inusual en mí.

- ¿Por qué? ¿Por qué querrías salir conmigo?

- ¿Es qué? – No sabía explicar lo que sentí – ¡Sabes yo! – De los nervios me rasqué la cabeza con la mano derecha.

- ¡Ya veo! ¡No sabes!

- ¡No importa ello! – Le dije decidido.

- Bien – Suspira. Entonces genera una risita interesante, y medita con su dedo en los labios como tramando algo, Suponiendo diría – ¡Que te parece! ¡Acepto tu propuesta!, Sin embargo, a cambio quiero algo especial. ¡¡Primero debemos casarnos!!

- ¡Eh! – Dije asombrado – ¡¡Eh!!!.....- Ladee la cabeza - ¡¡Ehh!!

- Claro ¿Es lo que sientes? ¿Amor?

- Bueno. – Respiré hondo y confesé- ¡Sí!¡Siento amor! – Mi pecho comenzó a palpitar fuertemente. Un flash extraño recorrió mis entrañas. Era una electricidad, cuando sus ojos se clavaron en mi persona. -

- ¿Seguro?

- Si, seguro. – La mire con toda la decisión de la vida. -

- La primera impresión a la hora de definir a una persona es un estereotipo usual que creamos en nuestra mente. El físico y la

 

gesticulación juegan un papel importante en la creación. Y luego el uso del lenguaje facial, corpóreo, intelectual. Lo que sea. Y del corazón. -

- ¡Wow! – Sabe demasiado. Seria psicóloga - Me sopesé. -

- ¡¡Te escuche!!

- ¡Ayy! No sabía que estaba hablando conmigo mismo en voz alta.

- ¡Mmm! Bueno en definitiva lo que sientes es atracción y deseo.

- ¡¡¡Noo!!!

- ¡No mientas!

- ¡¡No miento!!– Y agaché mi cabeza – Sé, que es amor. –No me pidan explicación. Volvería hacerlo millones de veces y millones de años luz de dónde sea.

- ¡Cásate conmigo y saldremos!.... – Al decirlo. Respiré hondo, y me declaré. -

- Quiero casarme contigo ¡¡Realmente!! – Mi corazón se aceleró ¡Eres tú!

- ¡¡No me conoces!!

- No importa. Tus ojos lo dicen todo. Lo arriesgaría todo, hasta mi vida. Ella no supo que decir – Sus ojos color rojo se empañaron como si tuviera lentes - ¡¡Casémonos!!

Ella alzó un suspiro, y una leve mueca de sonrisa, mientras detrás de su persona, se resplandecía la luna y más allá otro planeta.

Estábamos en el medio de la avenida. En plena calle abierta de dos manos. El ir y venir de los automóviles se había calmado. Algunas luces de los focos no estaban encendidas, por alguna falla del funcionamiento de la electricidad corriente que les provee, por lo que se debía cruzar con precaución. -

Aunque ella me miró con susto y volteó la visión, al camión que venía de frente su persona. Eran muy potentes sus luces como su claxon distraído, y venía a una velocidad descontrolada. Eso fue lo último que registré en mi mente cuando me abalancé a ella para correrla del peligro. No sé cómo lo hice, ni por qué, pero lo haría un millar de veces.

 

Al abrir los ojos en medio del verano las chicharras sonaban en su máximo esplendor. Estaba recostado en la carretera y dos hombres me gritaban incesantemente. -

- ¿Estás bien? ¡Responde!

- ¡Emergencias! – Llama por teléfono uno de ellos.

- ¡Ahora mismo!

- Señorita, ¿Usted está bien?

- Sí, no se preocupen por mí. Él me salvó. -

- Qué bueno que no tenga rasguño alguno, ni heridas - Expresó aliviado uno de los conductores del camión.

- ¡Podíamos haberlos matado, al cruzar de esa forma imprudente! – Dijo su otro compañero, que terminaba de hablar con emergencias, y de repente se enfadó por el susto.

- Ray ¡Cállate!

- Ustedes, iban a una velocidad de 120 km, en una avenida de 80 km, promedio, calculando que hay un viento de casi 50 km a favor, y una visibilidad media en plena noche, sin contar los diez focos de luz desde la calle detrás de la avenida que corta ella, hasta sobrepasar – Señala con enfado a la dirección de la mano siguiente –

- Pe..peroo.

 

Luego la mujer señala al poste del foco averiado.

 

- Si registran allí, hay una cámara que filmó todo el hecho Señor Ray, y que usted estaba conduciendo.

- ¿Cómo lo supo? – Se asombró por la información que ella supo deducir – Lo siento mucho.

Ella se mantuvo firme, y luego volteó a verme. -

 

A penas podía ver bien y escuchar. La sangre estaba cegando la poca visibilidad. Solo escuché aquellos sonidos.

- Tranquilo. Vas a estar bien. – Esa voz de mujer – Solo fue el impacto. Trata de descansar, la ambulancia se encuentra en camino. – Una mano me rosó el rostro. Nos casaremos. Ahora descansa.

- Eres agr..ag..agrdabl..e… - Confesé con algunas fuerzas que me quedaban, al no querer ceder a que su voz y su tacto desaparecieran.

En realidad, parece un hecho fatídico de esas historias de amor que tienen un comienzo y final trágico. El hombre salva a la dama, aunque fue diferente aquí. No terminé muerto. Y ella pasó su mano por mi frente ensangrentada. Todo se calmaba. Todo fue paz. Como si fuera un espectro angelical. -

 

 

Luego de ser trasladado al hospital pasé de terapia intensiva a sala de cuidados paliativos y milagros teológicos. Ustedes me entienden. Dicho ello había escapado de la muerte desde aquel intento de salvataje. No entendía los hechos. Mi familia estuvo entre las filas de la sala de emergencia entre llamados y silencios que se quebraban en llanto. Al despertar tenía sus rostros con alegría, pero quería ver uno en particular que allí no se encontraba.

- ¡¡Cuidado hijo!! – Me expresó mi madre al ver que intentaba una suerte de movimiento de espalda. La ciática no ayuda. Tenía algunos huesos rotos; fracturas de pierna derecha, hombro izquierdo. La cicatriz en el mentón, y un dolo punzante de cabeza que me acompañaría durante día y medio. Creo que gracias a mis patillas no se veían otras heridas.

El médico llegó con un informe discreto. Fue un milagro. Fue lo primero que expresó al verme. Nunca supe bien, incluso creí que los milagros eran parte de la teología, y no la ciencia de la medicina. De los otros hechos, cabe solo

 

mencionar una larga rehabilitación y comida de hospital con sabor a nada. Y ella no estaba. Se había esfumado.

Uno de los conductores, fue a visitarme. Ese tal Ralf amigo de Ray, o cómo se llame. La mujer luego de dar unas explicaciones técnicas se mantuvo a mi lado hablándome, aunque no podía oírla. Luego al llegar la ambulancia. Entre los papeleos y explicaciones desapareció como si no existiera. Al escucharlo tuve una recaída, lo que dio ligar al llamado de la enfermería.

Tal como lo amonestará el conductor. Se había esfumado, y no pude siquiera preguntar su nombre. Era una broma macabra de algún sueño nefasto en el que preciso despertar ¿Acaso debía suceder de esta manera? No culpo a la suerte, ni al destino, debería culparme a mí por negligencia en mi persona.

¿Desde cuándo me convertí en un proyecto de descuido que no entiende de guardar prioridades? Mermaba en mi cabeza su semblante y me daba pánico olvidarla.

¡¡Noo!! ¡¡¡Júpiter!!! Recuerda. Recuérdala bien ¡Búscala! Tú eres el protector del sistema que lo ve todo.

Pase unos meses en el hospital. Las probabilidades de una pronta recuperación provienen de dos factores: los efectos físicos y emocionales.

Físicamente los huesos estaban sanando. A decir verdad una anatomía de deportista ayudaba en todo sentido. Y lo emocional. En ello no podía dejar de pensar en ella. Ahí no tenía remedio más que recorrer como lo hice en un principio las instalaciones una y otra vez. Como las calles una vez que me fue otorgada el alta médica. De mi casa, del trabajo, de la universidad. En esos eses hice afán de mi dedicación al estudio. Leí innumerables libros. Algunas obras importantes del bardo inmortal, para mis palabras, algunas ideológicas marxistas, de Stuart, de Smith, para mis políticas, algunas naturalistas de Conte y Spencer, para mi especie, algunas hegelianas y kantianas, para mi lógica,

 

algunas kafkianas, orwelianas, assimovanas para mi imaginación, y otras tantas de Messier, Einstein, Turing, y Ramanujan, y las ciencias de la computación e inteligencia.

Aclaro una humilde acotación. Puedo leer tanto como ello, y más. No podía trabajar, así que dediqué mi tiempo al estudio y desarrollo cognitivo.

Al salir del hospital, respiré el aire de la urbe. Fue mi último parte de alta. No debía ir más. Muchas eran las personas que iban y venían. Fui por ella, pero no podía encontrarla. No comprendía bien, pero cada vez que la imaginaba, mi corazón latía a una cantidad de de veces que no podía calcularse a cien veces, pero no era taquicardia. Nunca tuve problemas de corazón. Y llegaron desde ella. El diagnostico suele decir arritmia. Latidos irregulares, aunque realmente tengo la certeza de que mi corazón hablara. Y que buscase algo y fuese mandado a servir. Eso es lo que mi musculo servidor de sangre determina. Como una memoria crónica cerebral. Se habla como memoria corporal. Recursos de los órganos.

Lo más parecido al síntoma de la arritmia que según los métodos locales e internacionales puede dar lugar a un paro cardiaco. En ello me tomaba el tiempo. Unos diez segundos para estabilizarlo con respiración. Inhalar y exhalar.

Estuve en casa un tiempo determinado hasta que los papeles de la universidad fueran aceptados. Y fui incorporado como estudiante. Al tener noticias por correo electrónico comencé a buscar apartamento cerca del edificio. Por cuestiones de lejanía sobre todas las cosas y aparte de ello también mis padres tenían pensado vender la casa e irse de retiro a un pueblo en los alrededores. Mis hermanos cada vive su vida actual y solo mi hermana vive con mis padres.

- Si vas a mudarte, deberías ir buscando otro trabajo. – Expresó mi padre

 

- No será un problema. Pienso hacerlo – Fue lo que dije, cuando entonces conseguir el turno completo en el museo, y un ascenso. -

- Trataré de ayudarte en lo que pueda ¡Ah por cierto! Toma esto.

- ¿Qué es?

- Es de mi colección.

- Una piedra común. -

- No seas tonto. No es una piedra común. Es un fragmento de meteorito

- ¡Wow!

- No finjas que te sorprendes.

- Oye, no dije eso

- Alguna vez éste fragmento fue quizás una estrella, que viajó muy lejos buscando un destino o a alguien.

- Eres muy poético cuando quieres. -

- Quizás, pero nada es una casualidad.

- Me asusta tanto misterio.

- Solo llévate la maldita piedra y cuídala. Te dará suerte

- Podías haberlo dicho en un principio.

 

Mi padre como he dicho es astrónomo amateur, e historiador, arqueólogo y extraño por naturaleza. Si. Uno de los pocos que quedan. Como estaba cerca del retiro quería mudarse con mi madre a las montañas, cerca de la cordillera. Mi madre no tendría problema. Ella es aficionada a la botánica. De más está explicar que me dio de presente un cactus.

- No le des tanta agua. Plántalo al mes en otra maceta. Ponlo al sol en el horario de las tres de la tarde. Etc.

Pensaba que sería más simple cuidar un hijo que esa planta. Aunque no quería defraudar a mi madre por tal detalle. -

 

Conseguí apartamento en el centro de la ciudad. Allí cerca de la universidad y donde la encontré a ella. También un trabajo en una oficina de atención al público de recados. Iba por toda la zona repartiendo correo. Es un trabajo de medio tiempo pero me servía para mi objetivo, ubicar a esa mujer que hizo que mi corazón casi reventase. Luego el museo local precisaba de voluntarios y me ofrecí. Era una paga discreta.

Así fue que los días pasaron. El departamento en el cual estaba instalado era como un Apart Hotel. Pequeño, sin lujos y una renta apreciable. Una habitación de living con cocina y baño, y una habitación de dormitorio. Colgué un cuadro hecho al óleo de mi personaje favorito de series animadas con su nave detrás. Y guardé la pequeña piedra como amuleto colocándole una cadena, al fin de ello. Un collar. -

Tengo una vecina de mi edad que estudia en mi misma universidad, y un vecino en el piso de arriba. Un artista de oleo un tanto desquiciado, sin embargo es buena persona. De mi vecina hemos hablado varias veces. Ocurre que le gusta ser youtuber de cosplay, y se encuentra constantemente sacando fotos y filmando momentos de todo tipo para hacer de ello una celebridad en las redes sociales. Había otras personas, un escritor, creo que una pareja, y una dama que sin ser un tipo entrometido, no recuerdo ni su rostro.

Han pasado un año, y tres meses, y volvimos al verano como aquella vez, y ya estoy instalado definitivamente. Luego del trabajo, me dirigí a la universidad. Materia nocturna de historia de los primeros homínidos. Es tan interesante, que no puedo dejar de pensar que hacer fuego con unas piedras saliera de una mente en desarrollo, un compañero de clase me manifestaba que el mismo hoy en día no podría. Somos frágiles me dije, pues definitivamente tampoco podría. Al despedirme de la salida de la clase, retome esa avenida. La he hecho por tiempo

 

- ¡Dios que cansado estoy! Ya quisiera estar en casa. No sé por qué, me

 

duele la cabeza nuevamente. – Entonces presentí el flash de una silueta que estaba de lado de en frente; estaba presente – ¿Es ella? ¡Por el amor de Dios! Debe ser ella. Fui corriendo, esta vez percatándome de que no hubiera autos en el medio del ir y venir. Al llegar se notaba la sombra – ¡Oye! - Dije como con un grito – ¡¡Hola!! - No parecía responder – la respiración me producía fatiga, al acelerar la emoción de que podría ser ella. De que por fin la había encontrado. Era como repetir el suceso. Al cruzar casi a la llegada de la línea final, una luz cegó mi visión, y llevé mi mano hacia mi rostro por la incandescencia. La sombra se estaba minimizando, y el carro se detuvo.

- ¡Ey! Tú, ¿Eres estúpido? Por poco y te atropello. –

- ¡Eh! Disculpa –

 

Era un hombre mayor que se asomaba por la ventana sin soltar el volante. Fui hasta la vereda y el carro avanzó rápidamente, sin respetar el letrero con la señal que decía que solo podía ir a una determinada velocidad. Pero la silueta seguía, y fui estirando mi brazo y luego mi mano.

- Si lo estoy logrando. Estoy llegando a ella. – Mi rostro se dibujaba con felicidad, que luego desapareció cuando lo que pude tomar con mi mano era un gran arbusto. – ¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡No puede ser!!! – me resigne diciéndome de todo y maldiciendo el exterior. – ¡Creí que te encontraría!

– supuse desganado.

 

Resolví regresar, sin pronunciar palabras, y en puro silencio. Al dar la vuelta de la esquina, fui a la otra calle, y luego hice las dos cuadras respectivas hasta llegar a las escaleras externas que me llegan al piso de mi departamento, las cuales a medida que iba subiendo los escalones chirriaba por el sonido del metal y su desgaste. Coloqué la llave, y la puerta se abre sin necesidad de cerrarla por desanimo, aunque luego regrese para ello, cuando arrojé mi bolso

 

de útiles, y cuadernos al suelo. Regresé a cerrar la puerta con llave, y un viento secó rosó mi rostro. Al dar el golpe final, di la vuelta para ir al refrigerador. De la puerta al presente, tendría seis metros, lo que daba un intervalo de pasos de cuatro segundos. Lo que sumado al cierre de la puerta son tres segundos más. O sea que en siete segundos desde que cerré la entrada, el timbre sonó.

 

 

- ¿Quién será a estas horas? – Me dije y dirigí a girar la llave de la cerradura, muy lentamente y con un poco de despreció abrí la puerta -

¿Quién es? – Nadie contestaba – Un aroma a perfume estaba rodando en el aire. Era como si todo se iluminase en la noche de la ciudad y ahí estaba. –

- ¡Ha pasado tiempo! – Sonríe alguien inesperado. Lo primero que vi era el colorado tinte de rojo de cada mechón lleno de vida que se movía como serpientes de la propia medusa, y la brisa que no existía lo impulsaba de un lugar a otro. La luz de una iniciante oscuridad, le daba brillo. -

Las piernas se me congelaron. Como si fuera una sorpresa inmediata, que no sueles esperar. El corazón me latía fuerte, y mi piedra colgante del collar se movía por sí sola.

- ¿Y bien? ¿Me vas a invitar a pasar?

- ¡Estemm!.. ¡¡¡Clarooo..!!! ….. ¡¡¡Eh!!! ¡Je! ¡Je! ¡Pasa por favor! – Una leve risita podía ser un único gesto que tuviera en mi rostro que se pintó de una palidez abismal. -

- ¡Gracias! - Sonríe - ¡Permiso Júpiter!

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