Dos hermanas. Dos destinos diferentes. Una nació en cuna de oro y la otra nació en el barro. Una es violentada brutal y constantemente por órdenes de su hermana. Hasta que aquella que lleva cicatrices hasta en el alma es guiada hacia algo más que la venganza.
Aún no estaba del todo convencido, pero aún así siguió a sus compañeros de caminata, recordando que quizás debía separarse de ellos ya que se avecinaba la oscuridad y con esta llegaba las pesadillas.
El olor a muerto ya se podía sentir en el aire. Tan pesado como estar en un matadero, la sangre y la peste atraía a las almas en pena, con ellas venían toda clase de criaturas del mismísimo averno, no era espectros normales, no pertenecían a un plano entendido por el ser humano, lo único que se sabía era que debías aniquilarlos y soportar sus pesadas jugarretas y ataques hasta que se diera el amanecer del día siguiente. Los sueños también podían ser invadidos por aquellas cosas y jamás estabas del todo seguro en ninguna parte. Rompían toda ley de la naturaleza y siempre te llevaba a la locura. Gael se negaba a ser parte de aquella locura infernal. Pero no quería tener nada que ver con salvar a las personas que se encontraba a su alrededor, era su lucha y no le importaba en lo más mínimo el más débil que él. Era irrelevante y asqueroso tener a un debilucho detrás suyo. Ya sabía de antemano que Liebestraum no pertenecía a esa categoría, sin embargo, la princesita de papá quizás debía ser presa fácil para aquellas cosas, más cuando ni siquiera sabía dónde se había metido, y eso que iba delante de ellos.
Mientras las criaturas poseídas del bosque estaban amenazantes con aniquilarlos, no les daba tiempo para ir a buscar a la chica.
Igual no era que ella necesite ayuda, por el momento Marc se encontraba atando sus cabellos en una larga y gruesa trenza mientras refunfuñaba sobre lo pesado que era aquel hombre de cabeza dura y cuello como tronco de árbol. Pensando en árboles, las ramas se empezaron a mover, como si un viento repentino las estuviese molestando, pero no era aquello, termina de peinarse y se levanta, quizás sus compañeros le habían estado haciendo una broma. Ojalá hubiera sido eso.
Da unos pasos hacia la derecha, para tomar camino por donde había venido, pero tan pronto lo hizo, se detuvo el danzar de las ramas. Supo que aquello no era natural. Era otra cosa. Añadiendo más gravedad a las cosas, sintió el frío del metal en su barbilla, una hoja afilada la mantenía quieta. El dueño de aquel artefacto debía ser algún cazador de los que la nobleza manda para quitar a gente del camino. No tuvo tiempo para juegos, así que se limitó a mover sus brazos para romper el brazo de su oponente y así arrebatarle el arma, la cual era una guadaña y usarla en contra de su dueño, si bien no era la mejor luchadora del mundo, al menos podría usar las técnicas de arrebato de armas, y si se trataba de un cuchillo o daga, ella lo utiliza a la perfección. Como si fuese una extensión más de su propio cuerpo.
Dejando de halagarse a sí misma, Marc mira hacia las ramas más altas y el mismo abismo antes cruzado le devolvió la mirada, solo que esta vez no se desmayó en el acto, sino que echó a correr hacia donde suponía que estaban los otros dos. En el camino la atacaron, sentía los rasguños y el ardor de una herida abierta, pero por nada del mundo se detuvo, cuando trataban de atraparla, agitaba la hoja afilada de la guadaña a cualquiera que la sujetara, logrando zafarse del agarre y arremetiendo en contra de aquellas cosas. Volvía a emprender su camino en cada ataque, hasta que por fin ve a sus compañeros, sin embargo no todo era victoria para ella, una cosa de esas la empuja metros atrás y antes de chocar contra los árboles clava su arma en el suelo frenando en seco. Su mirada furiosa le hacía competencia a la mirada furiosa de aquella criatura de más de cuatro patas, un destello rojizo de ira se pudo ver en sus ojos y se incorpora a la par de que su oponente monstruoso se inclina para atacarla. Marc se mueve de lugar mientras observa que la criatura venía hacia ella, de inmediato empieza a girar sobre si misma a la vez que va avanzando y moviendo su guadaña repeliendo sus ataques y a la vez cortando algunas partes de sus patas y por último da un golpe oscilante que apunta a la cabeza del oponente enfurecido con intenciones de romperla en pedazos. Lo que logra tan fácilmente en cuanto deja salir un suspiro y en un momento de calma su colega choca con sus caderas. Casi olvidaba tener cuidado con su cabello largo, notablemente preocupada por su cabello más que por haber terminado de rematar a la criatura, se gira para ver su trenza la cual milagrosamente estaba intacta a la par de que nota un movimiento brusco por la criatura, e instintivamente arremete contra esta, decapitándola en el acto.
Por primera vez en horas vio la mirada negruzca de Gael, la cual estaba algo impresionado pero se negaría a admitirlo, pero detrás de él al parecer quedaba otro cazador, por lo que se apura, lanzando la guadaña en su dirección, recoge algo del suelo, se desliza con rapidez debajo de Gael y levantando las dagas las cuales lanza en contra del enemigo, dándole justo en el cuello lo que la salpica con algo de sangre, terminada su tarea, se levanta lentamente ya que el dolor en las rodillas no venían de gratis.
—¡Esa es mi chica! ¡Ja! ¿No que muy niña de mamá, eh?— Liebestraum se acerca a ella para darle un beso en la mejilla derecha, algo que ella acepta gustosamente.
—Ya deja de avergonzarme.
—Pero eso fue genial… Esa debe ser la matanza del año. Si señor.
Liebestraum va a buscar las demás cosas que usó en la batalla si es que quedaban ilesas y de paso recoge la guadaña.
—Oh, mira, parece que es retráctil. Buena mecánica. Me gusta, ¿te la vas a quedar?
—Casi me parto el codo por tenerla. No te la voy a dejar.
Marc se la quita y la revisa confirmando lo que había dicho.
—Par de bobos, apúrense o van a revivir estas cosas.
—¡¿Eso revive?! —grita la joven del asombro.
—Es mejor que no te quedes a averiguarlo.
Gael era demasiado frío y enorme para tener compasión por algo, por lo que resignándose a seguir al enorme hombre y animada por Liebestraum, se apresura a seguirles el paso. No quería tener que lidiar con esas cosas de nuevo. Aunque sospechaba que no iba a ser la última vez que luchaba a muerte con aquellos seres.
Liebestraum y Marc de inmediato se adentraron en el pueblo en busca de comida y una posada en donde quedarse, según ellos debían aprovechar que la pequeña ciudad estaba en celebraciones, además la joven parecía entusiasmada por los dulces, típico de una niña pequeña. Por su parte el miraría a los alrededores, encontrándose con carteles de se busca en cada esquina y en la entrada y salida de comercios, le llamó la atención que en uno de estos se trataba de una búsqueda por hereje y traición a la más alta alcurnia de la nobleza y justamente parecía tratarse de una noble real, con facciones idénticas o parecidas a las de Marc, solo que usaban un nombre digno de la realeza. El cual poco entendía. Pero tan pronto cuando se dio cuenta de algo, alguien arranco el cartel, ese alguien tenía muchos en las manos los cuales con ayuda de un palo encendido los prende en fuego delante de él.
—Salgo horrible en los retratos.
—¿Te buscan por traición?
Marclariette se acomoda la capucha de la capa que cargaba en esos momentos, una de color negro, pero con preciosos detalles marinos en color turquesa, al parecer la acababa de comprar.
—La familia no nos trató bien. En cuanto tuvieron la oportunidad, nos tacharon de eso. Cosas de familia noble.
La joven hace una mueca y gira su cabeza hacia él, sus ojos verdes ahora parecían esmeraldas.
—Vaya familia que tienes.
Antes de que dijera otra cosa, la joven lo agarra del brazo derecho, tal cosa provoca un movimiento brusco que aparta su mano de inmediato. Marc se queja pero vuelve a sujetarlo con más insistencia y trata de arrastrarlo a alguna parte.
—Oye, suéltame.
—Cierra la boca y sígueme, simio estúpido.
—¿Simio estúpido?
La joven evito reírse en el momento, pero de todas formas trató de arrastrarlo a la posada en la que se iban a quedar.
—No creo que sea buena idea que me quedé en una posada.
—Al menos puedes lavarte las bolas. Hueles peor que un simio.
—¿Simio?
—Sólo báñate.
La joven lo encierra en el cuarto de baño, mientras que buscaba algunas cosas en la recepción.
Luego vuelve con una cesta de vendas limpias y algo de pomadas, como si fuera su casa y sus aposentos, la joven entra al baño sacando de onda a Gael.
—Antes de que digas algo. No es como si tuvieras órganos extraños. Ahora, siéntate y deja que te cure esas cosas rancias.
Gael mira con recelo, pero Marc le devuelve una mirada insistente.
—Tch.
—Y luego dices que la niña soy yo—dijo cuando el se había sentado en aquel taburete, notando el enorme tamaño del hombre comparado con aquella cosa de madera.
La chica revisó el estado de su cuerpo y como suponía, el aseo no era parte de aquel sujeto, por lo que agarra las esponjas y el jabón remojándolos en agua tibia; antes de que mojar a sus ropas, ella se las quitó, quedándose solo con un camisón.
—¿La jóvenes de la nobleza son tratadas como sirvientas de este tipo?
—No, sólo yo.
Él no dijo nada más. No sabía qué más decir, de inmediato sintió cómo sus manos frotaban sus heridas con sumo cuidado, lava sus cabellos grasosos y deja caer el agua limpia 'obre su cuerpo. ¿Desde cuando alguien no hacía eso por él? No lo recordaba.
—Tienes un par de heridas abiertas… ¿Las puedo cerrar?
—Has lo que quieras.
—Bien, entonces no quiero quejas.
Marc saca hilo y aguja para proceder a cerrar las heridas. Dándole golpes de vez en cuando si se quejaba respecto a ellas, terminando limpia de nuevo y por última vez antes de cubrirlos con las vendas.
—Tienes muchas cicatrices… ¿Fuiste general en guerra o que?
—Mercenario.
—¿Toda una vida?
—Desde que tengo memoria.
La chica le da la espalda para limpiarse rápidamente y luego lo vuelve a mirar, este ya se encontraba de pie, parado como un pilar frente a ella.
—¿De qué son las tuyas?
Ella lo pensó por unos momentos, pero le pareció que debía callar.
—Son castigos.
Gael le agarra el brazo antes de que ella salga del cuarto de baño, nota que el grosor de sus heridas eran algo más que solo castigos como ella misma dijo.
—Información por información.
—Bien. Fue tortura, seis años y medio de tortura. No hay día en que me arrepiente por haber nacido y tener que ser tan ingenua. ¿Eso querías saber?
—Es justo lo que quería.
—Entonces suéltame.
—Ya me dio curiosidad. ¿Qué más tienes que esconder? Porque no creo que eso sea lo único que tengas.
Como era evidente la fuerza abismal de Gael sobrepasaba la de Marc, pero ella no se dejó vencer y entre los tirones le clavó más de una aguja en el brazo, hasta que el sonido de tela rasgándose se escuchó en todo el baño. Eso era todo. La marca de las bestias estaba en ella, en su vientre, justo en el lado izquierdo. Aquella aberrante marca en carne viva le sorprendió a Gael, Marc ya sabía que él llevaba una en su pecho, sin embargo no quería que se enterara de la suya.
Y las preguntas surgieron.
—¿Cómo es que tienes esa marca? ¿Quién la hizo?
—¿Te gusta andar interrogando a las personas que no conoces?
—Cállate y responde.
Ella retira las manos de Gael pero los intentos eran inútiles.
—¡No lo sé! ¡Apareció hace mucho! ¡En los mismos años que te dije!
—¿Tienes idea de lo que significa?—la mira de forma muy severa.
—Desesperación y sacrificio.
—Entonces sabrás lo que conlleva cargarla encima.
—Es una marca de eterna condena. Lo sé.
—Tch. Tú no sabes nada.
Gael retomó su asiento dándole la espalda a Marc, lo cual ella aprovechó para salir del baño, se vistió lo más rápido posible y salió de la habitación echando chispas, totalmente enfurecida. Pasaba por los establecimientos de distintas índoles, aunque se devolvió para comprar una botella de vino y seguir con su camino.
Liebestraum por su parte, estaba donde un viejo conocido para que le arreglara el violín que había roto en su viaje, de paso compraba algunas cosas extra que sabía que necesitaría más adelante.
—¿Ya has descifrado el libro?
—Es un libro poco interesante—miente.
—¿De verdad? Creía que tenía algo importante en sus páginas.
—Pues te equivocaste amigo, aparte de las primeras páginas no hay nada más, básicamente es un diario vacío.
—Si es así, lo lamento mucho. Me gustaría compensártelo.
—No gastes nada en ello, lo he usado como diario y libreta para mis dibujos. Es bastante útil. Hablando de ello, ¿no tienes más tinta especial?
—Para mi mejor cliente, las que sea.
Liebestraum encargó muchas más cosas de las que esperaba, pero de igual forma obtuvo los objetos sin ningún problema y estaba a punto de partir hacia la habitación para descansar un poco.
Mordisqueaba el dulce con algo de molestia, pero no se lo terminaba por completo porque no quería acabarlo. Así que lo saborea a por largos minutos. Observando sin prestar atención en lo más mínimo a las personas que recorrían el lugar. Odiaba de verdad las miradas despectivas. Se sentía como premio de feria. Como aquella vez.
Ese maldito horrible día. Su boca jamás se mantiene cerrada y eso la condenó. En un mundo de hombres, una mujer solo tiene sus atributos sexuales y si una mujer caprichosa, nacida en la realeza, siente celos de otra mujer, sería capaz de venderla a cientos de hombres para degradarla y tratarla como las rameras de los barrios bajos.
Marclariette era la ramera de la nobleza. Aquel título le hacía honor entre la más alta alcurnia.
Pero, ella no era no era tan fácil. ¿La tomaron? Si. ¿Algo de amabilidad hubo? No, aquello era una bestia. Sacada de lo más profundo del averno. Ahora que lo pensaba más a profundidad, quizás no provenía del averno, el símbolo que ella tenía no estaba registrado en ningún libro o compendio de cánticos ancestrales. Por lo que, ¿cómo podría existir algo tan aberrante y que la gente no lo sepa?
La joven suspira, acabando con el dulce y limpiando sus manos. Nota que la fiesta acababa de empezar y la música se oía hasta el final de las más lejanas calles, parecían tan alegres y excluidos del cruel mundo de oscuridad en el que vivían. Con el dinero que Liebestraum le dio, compra un par de panes y provisiones pequeñas para iniciar un viaje, en solitario. Toma una flor silvestre en la orilla del camino al final de villa, la olfatea y se la coloca encima de la oreja derecha.
—Espero tener siempre la bendición tuya, madre—susurra la emprender marcha hacia lo más profundo del bosque.
Dos noches, y todavía no llegaba a su destino. La frontera la esperaba, pero las inclemencias del tiempo, el cansancio y aquello de lo que las mujeres no pueden escapar cada mes. Odiaba sangrar en cada mes, pero, al menos para esto servía. La presa se volvió cazador. Y con su sangre podría atraer a la bestia de forma tan fácil. Sólo esperaba llegar a tiempo a la frontera, para así embocar como siempre a su preciada y despiadada bestia.
Al terminar de manchar el árbol a su costado, escucha el batir del viento y ruidos de cosas horrendas. Sabía que aquello estaba cerca y debía apresurarse.
—Maldición. Tardé mucho.
Guarda su pañuelo en su bolso y saca su preciada daga, emprendiendo camino hacia su destino. Debía mantener el ritmo y llegar antes del anochecer, pero su cuerpo se lo ha impedido. Por lo que cae de rodillas, dejando escapar suspiros, ya no era como antes, era una lástima no poder hacer algo en contra de lo que se avecinaba sobre ella. No se sentía realmente preparada para ello. Esta vez, quizás sólo debía permanecer inconsciente hasta que la luna roja pasara, pero tampoco quería permanecer así. Estaba en conflicto y los minutos no se detenían.
El temor la invadió, sabía que estaba perdida. Terriblemente perdida, aunque le angustiaba ella seguía empeñada en luchar, a gatas avanza un poco más y luego toma un poco más de valor para levantarse. Justo en el momento en que escucha arena caer y ser soplado por el viento, lo que era imposible porque en esos lugares no había arena y el sonido no era perceptible por el oído humano. Supo que estaba en las garras del abismo.
—Por favor… Si existen todavía los dioses buenos en el mundo… Por favor, tengan piedad de mí… Por una vez…
Susurra antes de colapsar en medio de su dolor y cansancio.
Se sintió aliviada en el momento.
Se decía que aquellos primeros fundadores de los siete reinos tuvieron un encuentro con unos dioses antiguos, esos dioses dijeron que estaban pronto a desaparecer por lo que, a esas siete personas se le otorgó el cuidado de siete bebés estos serían la última esperanza de vida para los dioses. Por supuesto, aquellos bebés eran los últimos hijos de los dioses por lo que debían ser cuidados y tratados como tal, el objetivo era que los niños se convirtieran en buenos dioses en un futuro. Sin embargo, se cree que hubo malicia en el hombre, lo cual llevó a crear a unos dioses tan horribles y poco humildes. Algunos alcanzaron la grandeza, la individualidad, tanto como la divinidad. Eran justos y otros eran de naturaleza mística y ningún hombre o mujer podría entender los designios de ese dios. Otros en cambio, eran menos que seres repugnantes, simplemente despreciables. Y su influencia llegó a los demás dioses, por ello se cree que las desgracias que habían existido hasta el momento se debían a los dioses y su desgracia caída sobre los humanos.
Por lo que de manera desesperada se trataba de contactar con un dios bueno y justo, uno que no desperdiciaría el hecho de tener poder, solo estando cegada por ella.