Esas palabras enfurecieron aún más a Rebecca Kelloway.
Levantó su cara marcada por las lágrimas y, con una mirada fea, sus ojos llenos de intenso odio, apretó los dientes y advirtió:
—¿Quieres que me detenga? Esa perra tomó todo lo que tenía y sorprendentemente ¿ahora quieres que me detenga?
—¿Tienes idea de cuánto la odio ahora?
—Tú... —Frank Parker frunció el ceño.
—¡Sinceramente deseo que se caiga muerta ahora mismo! —Rebecca Kelloway, enloquecida por el intenso odio, lucía horrorosa—. Nunca la dejaré en paz, no se merece la felicidad en la que está. Me quitó todo lo que legítimamente era mío. Si ella me hace sufrir cada día, tampoco le dejaré tener una buena vida.
—Ella no te quitó nada. Fue decisión de Ashton estar con ella, casarse con ella. ¿Cómo es culpa de ella? —Frank la miró con una expresión que se enfriaba gradualmente, sus ojos se volvieron fríos.
Ignoró las relaciones pasadas y advirtió con severidad:
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