—Deberíamos irnos ya, ¿no crees? —propuso Devin.
El presidente del distrito y su familia habían abandonado la fiesta junto con otros invitados importantes. Sabrina también había terminado su comida, pensando aún en cómo los mariscos, que solían ser uno de sus alimentos favoritos, ahora le resultaban molestos.
Además, ni siquiera lo había pedido y el camarero se lo había traído por error. Internamente, temía que sus síntomas la delataran tarde o temprano. Al principio, fue la barbacoa de Lizzy y ahora, sus mariscos favoritos de todos los tiempos.
—Sí, deberíamos irnos —aceptó Sabrina.
Ya estaba cansada y no podía esperar para dormir bien. Gracias a Dios era fin de semana y podía aprovecharlo al máximo. Lizzy también estaba emocionada, ya que había conseguido algunos negocios para Ropa JC.
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