—Es de Selena Davis —dijo en voz alta—, y luego continuó leyendo en voz alta el contenido de la nota. —Uno de estos días, una esposa celosa se cansará de tus tonterías y te disparará en la cabeza. He preparado tu ataúd con anticipación. Agradécemelo más tarde cuando nos volvamos a ver.
Aturdida por la conmoción, la enfermera se derrumbó en la silla cercana mientras aún sujetaba la nota con sus dedos temblorosos.
—La tercera guerra mundial acaba de comenzar —dijo ella de manera bastante dramática—. Si no fuera por la seriedad de la situación, me habría reído de su exagerada reacción.
—¿Selena Lewis? —repetí el nombre que mencionó—, tratando de recordar si nos conocíamos. Pero con mi condición, no me vino nada a la mente. Ciertamente no la conozco. Si es así, aún no lo recordaría. La amnesia borró mis recuerdos.
—No es Lewis sino Selena Davis —rectificó la enfermera—. Su tono suave seguía siendo educado.
—¿Quién es ella? —pregunté en voz alta.
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