Ella sabía que era una mala idea. Sin embargo, su obligación hacia su familia y su amistad con Ves la impulsaron a dar un paso adelante y hacer que la República recordara la gloria de los Larkinsons.
La cantidad de personas que acudían a la arena la hizo vacilar un poco. Melinda nunca había sido tímida, pero eso no significaba que estuviera ansiosa por avergonzarse frente a una multitud de medio millón de espectadores. Si eso no fuera lo suficientemente malo, todo el combate sería transmitido a miles de millones de espectadores que lo miraban desde sus hogares.
Un paso en falso y nunca se lo perdonaría por el resto de su vida.
—¿Es esto a lo que tienen que enfrentarse los atletas de mechas? —pensó Melinda.
Encontró consuelo en su primo, quien no dejaba de hablar de las fortalezas y debilidades del Havalax. Como si le importaran esos detalles.
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