El corazón de Abigail latía fuertemente y su mente corría llena de miedo y preocupación. El silencio a su alrededor era opresivo, y no podía quitarse la sensación de que algo terrible había ocurrido. Se aferró desesperadamente a la mano de Cristóbal, sin querer soltarlo ni por un momento.
—Cristóbal —susurró, tirando de su mano—. Sus ojos miraban en todas direcciones en la oscura habitación. Algo no está bien.
—Relájate —susurró él—. Voy a echar un vistazo.
Intentó alejarse, pero Abigail lo atrajo de vuelta, negándose a soltar su mano. Sintió un estallido de terror, sin querer estar sola en la oscuridad, temiendo lo que pudiera acechar en las sombras.
—No… No vayas a ninguna parte. Tengo miedo —su corazón latía en su pecho—. Desearía poder darse la vuelta y huir, pero también le preocupaba la familia.
—No te pasará nada. Estoy aquí —le aseguró Cristóbal—. Solo voy a encender la luz. Quédate aquí, ¿de acuerdo?
—No, no… —Abigail estaba reacia a soltarlo.
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