Cristóbal saltó de la cama y fue al armario, sabiendo que ella estaba cerca. De hecho, la encontró allí.
Abigail, quien estaba sacando su ropa, se detuvo y se volvió hacia él.
Él sonrió mientras la atraía hacia su abrazo.
Abigail estaba tan rígida como un palo en sus brazos. Sin embargo, no lo apartó, porque también extrañaba el calor y la sensación de seguridad que solo podía obtener de él.
Cristóbal temía que todo fuera un sueño y que ella desapareciera en el momento en que abriera los ojos. Bajó la cabeza y enterró su cara en su hombro, inhalando su aroma. Acarició su cabello y frotó su nariz contra su cuello y hombro.
El dulce aroma le decía claramente que no era un sueño, pero no abrió los ojos.
Quería perderse en ella, viajar a una tierra de sueños donde solo estuvieran él y ella. Sus labios rozaron el área sensible justo debajo de su oreja, provocando que ella temblara. Él conocía cómo reaccionaría su cuerpo. Estaba complacido con su reacción.
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