El investigador privado abrió los ojos y gimió al sentir un dolor punzante en el lado derecho de su cabeza. Cerró los ojos para bloquear el dolor mientras intentaba recordar qué había pasado. Lo último que recordaba era hablar con la Sra. Miller por teléfono y luego ir a ver quién estaba golpeando su puerta.
Sus ojos se abrieron de golpe y jadeó de sorpresa cuando alguien le echó agua en la cara. —No te trajimos aquí para dormir —le gruñó una fría y profunda voz masculina—.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? ¿Quién te envió a mí? —El investigador privado preguntó, mirando nerviosamente alrededor del almacén lleno de diversos cartones antes de volver su mirada al enorme hombre que estaba de pie a su lado con una botella de agua vacía en una mano—.
—No necesitas saber quién me envió. Se requiere tu servicio. Tenemos un trabajo para ti —dijo el hombre con la voz profunda—.
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