Al mirar a su izquierda, Quinn tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de que lo que veía era cierto. El Mensajero de los Celestiales, los dioses que prácticamente estaban a cargo y controlando lo que sucedía en todo el universo, había sido atrapado.
Estaba flotando dentro de una extraña bola de energía púrpura, y era algo que Quinn nunca había visto antes.
—¿De qué está hecha esa bola, es una habilidad de algún tipo, o su poder de asesino de dioses? No tengo idea, se siente como algo que nunca antes había sentido.— Quinn pensó, no quería tocar lo que fuera que fuese.
Al mismo tiempo, el asesino de dioses en cuestión se mantuvo alejado de ellos. Estaba claro que podía usar sus poderes desde lejos, y Quinn tomaba nota en su cabeza.
—Es probable que sea un usuario de poder a distancia, por eso se mantiene allí atrás... pero necesito asegurarme y ver qué es lo que puede hacer.—
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