Kamila sabía que el golpe no sería físico, pero su cuerpo actuó por instinto, preparándose para la pelea.
El enlace mental duró solo unos minutos, pero vivió cada segundo de la batalla por las tres ciudades. Sintió el peso de la guerra y la Furia en sus manos, la resistencia que la carne del enemigo ofrecía a las armas y sus estertores de muerte.
Kamila compartió el mismo dolor que experimentaba Lith cada vez que conjuraba a los Demonios, reviviendo sus vidas y muertes. También compartió el conflicto interno por el que luchaba Solus cada vez que planeaban su próximo movimiento.
Su objetivo era infligir el mayor daño con el mínimo riesgo para ella y Lith, pero la eficiencia venía con un precio que se pagaba en vidas humanas. Solus era consciente del peso de sus decisiones y ahora también Kamila.
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