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1: Efecto mariposa (Parte 1)

«El aleteo de una mariposa provoca enormes y violentos tornados al otro lado del mundo».

Ella con su presencia y su manso aleteo provocó la teoría del caos en él. Todos los sentidos se alteraron hasta tal punto de causar descontrol en su propia órbita, la misma teoría advertía que hechos tan pequeños inducían impensables predicciones. Tenerla entre sus brazos, sosteniéndola con suma delicadeza, marchita después de aquel aleteo tan vulnerable, le dio a entender que aquello que escuchó una vez era más que cierto y pudo comprobarlo. Esa joven había causado en cada célula:

El efecto mariposa.

Un gran fenómeno estaba naciendo dentro de su propio cuerpo, un tornado lo desestabilizó de inmediato al saberla tendida con los párpados cerrados y los labios sutilmente entreabiertos. Estaba cambiando el curso de su día, pero, quería saber buscando en su bonito rostro, si también convertiría el curso de su vida.

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San Francisco - CA

Intentó abrir los ojos después de permitir que pasara una cinta de recuerdos desagradables, dispuesta a enfrentar la situación. Seguía enfocada en recuperar el punto de visión, tenía muchas ganas de llorar, de correr lejos dónde nadie pudiera siquiera alcanzarla. Los ojos empañados le dificultaron desbloquear la mirada, dicha tristeza la hundió, por lo mismo su respiración se vio afectada.

Apretó los puños con la poca fuerza que le quedaba, seguía empeñada en recobrar la visión. La mente continuaba nublada, su cabeza retumbaba con fuerza, lo cierto es que le dolía.

El alivio inundó su complexión cuando abrió los párpados al fin y exhaló aire. Quería moverse, no obstante, el dolor la aturdió. Apreció el lugar dónde estaba mientras se incorporaba despacio, bufó exasperada cuando reconoció, sí, en un hospital. Miró hacia su brazo; en la cara interna había una vía administrada con una tela adhesiva, guio hacia el soporte que pasaba por la extremidad en el lado izquierdo, yacía una bolsa mediana vacía, supuso que le habían instaurado medicación.

—Ya estás despierta... — escuchó una voz que la sobresaltó de inmediato. Volteó hacia la derecha, y, para su sorpresa, dio con un chico sentado a su lado. Se miraron, examinaron y abordaron a la inspección.

La atrapó al instante, apreció con especial atención su rostro despierto, registrando su apariencia fijamente. Ella no se quedó atrás, observó atenta a pesar del dolor de cabeza que sentía. Hubo tensión, la atmósfera se hizo pesada para los dos, además el calor no pasó por desapercibido y el hecho de fusionar dichas miradas obligó que la condición fuera absorbente.

Él de pronto apartó la vista después de sostenerla durante unos largos segundos que, a su parecer, se habían alargado demasiado. Los relojes parecían haberse roto y con él, el tiempo.

— Hola — saludó la joven mientras pasaba la mano por la cabeza, exhausta, quizá necesitaba más descanso, le pesaban los ojos y el cuerpo.

Esperó una respuesta, sin embargo, el chico guardó silencio. Con el ceño fruncido volvió a incorporarse como pudo en la camilla, el sujeto seguía sin responder, de hecho, el ya nombrado se puso de pie, y asombrada miró con más detenimiento. Apartó la vista enseguida algo confusa, ¿quién era? ¿Por qué estaba con ella?

Fue tras él con la mirada, recorrió la blanquecina habitación dirigiéndose hacia la puerta, erguido y sin mencionar palabra alguna. Posteriormente abrió la puerta, cosa que ella agradeció, al parecer el chico había sentido el calor tan abrasador que hacía ahí dentro. Quedó recargado en la puerta y nada más hacerlo volvió a clavar esa mirada provocando que ella tragara; tenía la boca seca, dicha presencia ahora la incomodaba demasiado y la temperatura no ayudaba, — quizás estaba más alta de lo establecida— el higrómetro no debía estar entre cuarenta y sesenta por ciento, o eso calculó ella.

— ¿Quieres agua? — preguntó él —. Hay una máquina expendedora cerca — informó sin apartar la vista.

Hubo un largo silencio antes de que respondiera lo siguiente:

— ¡Oh! Pero si puedes hablar — recalcó irónica, fingiendo sorpresa.

— Voy a por una botella, la doctora no tardará mucho en pasar — se limitó a arquear la ceja y restregó la nuca. Parecía... Mmh ¿incómodo? daba la sensación de que sus labios retenían las palabras por obligación, desafiando a su voluntad.

Le lanzó una mirada desconcertante, y, la primera impresión fue mala, ese chico había sido descortés, aunque admitió que era un buen gesto de su parte buscarle algo de beber — pero ella en otra situación, en el caso inverso— se hubiera presentado como era debido. No resultaba nada agradable despertarse confusa, en un hospital y además encontrar un sujeto engreído que ni siquiera se presentara como debía. No pedía tanto, ¿no?

Escuchó un ruido, ladeó la cabeza curiosa, provenía del pasillo. Entendió que estaba en urgencias cuando apreció a los sanitarios yendo de acá para allá con prisas. Por la puerta apareció la doctora con una carpeta, él tenía razón no había tardado en pasar. La mujer cerró la puerta tras ella para preservar la intimidad.

Gracias a Dios resolverá las dudas de su mente, entenderá el por qué estaba en un hospital, o eso esperaba.

— Buenos días — saludó la mujer.

— Hola, buenas — trató de responder amable.

— Veo que has recuperado la consciencia.

Asintió con una sonrisa leve.

— ¿Cómo te sientes? — preguntó. Era afroamericana, el tono de la piel resultaba encantador y el blanco de la bata destacaba su melanina.

— Me duele la cabeza, pero estoy mejor.

— Bien— dijo mientras divisaba atenta el informe —. He venido a explicarte el diagnóstico, pero hemos tenido inconvenientes, no disponemos de tu documentación, por lo mismo ha sido algo complicado rellenar los datos — comunicó y la revisó, la chica había recuperado color, ya no estaba tan pálida, buena señal—. ¿Cómo te llamas?

Ella recordó el acontecimiento, era cierto, no se había llevado la documentación. Eso fue lo último que pensó mientras subía con urgencia el coche, su vida unas horas atrás peligraba.

— Me llamo, Lana Brown Williams.

— Perfecto, ¿cuántos años tienes?

— Veintidós, doctora.

La facultativa iba anotando sin prisas a medida que le proporcionaba información.

— De acuerdo, te explico. Te encontraron desmayada, además habías perdido la consciencia durante un lapso de tiempo. Estabas muy deshidratada, tus niveles de hemoglobina y de electrolitos eran muy bajos así que hemos instaurado suero intravenoso y recetado medicación — hizo una pausa. La expresión de Lana mostraba algo de exasperación al escuchar tanta información—. Disculpa, quizás he ido muy deprisa.

Ya iba entendiendo, por eso aquel chico le había ofrecido algo de beber... vaya, después de todo no había sido tan descortés, se le antojó justificable.

— No..., no es eso, siga explicando doctora.

La miró de pasada antes de regresar al informe.

— Necesitas comer y descansar bien — recalcó e hizo una pausa para no causar aturdimiento —. Además, ahora que estamos en plena primavera hay que cuidarse, los cambios climáticos son frecuentes.

— "Cambios climáticos hay en mi ..." — quería decir, pero no deseaba ser grosera. Se limitó a responder lo siguiente —: Eso es cierto — mostró otra leve sonrisa, ocultando la ironía de su voz interior.

La doctora se mostró favorable.

— Recuerda mantenerte. Te doy el alta hospitalaria, pero tendrás que venir seguido a revisarte estos próximos días, ¿de acuerdo? — le dio el visto bueno.

— De acuerdo, muchas gracias.

Se despidieron, no sin antes la doctora retirarle la vía. Recordó lo poco que comía, cada segundo de su tiempo era invertido para laborar y absorbida por los problemas, así como sometida bajo el estrés. Lo vivido esa temporada la inquietaba. Y ahora pagaba las consecuencias.

Vale, trató de asimilar la situación. La encontraron desmayada, pero no supo quién. A penas recordaba de aquel momento, recordó que salió de aquel lugar donde había pasado varias horas sentada bajo la luz tenue del despacho, después de aquel acontecimiento, que sin querer se vio expuesta ante aquellos policías.

Dios...

Volvió a pasarse la mano por la cabeza, apartó algún mechón que caía sobre su rostro con delicadeza, se sentía molesta consigo misma, no era que fuera una descuidada con su salud, pero los últimos días habían sido agotadores tanto en lo físico como en lo mental.

Alzó la vista nuevamente y lo vio. Misterioso como él solo, captando su atención. Lo examinó con más detenimiento esta vez; era alto, con el cabello castaño demasiado peinado (como si le hubiera relamido el pelo una vaca) a medida que se iba acercando pudo apreciar una ceja entrecortada acompañada de unos ojos color miel, labios carnosos y sutiles. No podía negar que era guapo tanto como esbelto, poseía un buen talle. Demasiado.

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