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Recuerdos que duelen - 6 (Tiempo antes de la huida de Milena)

A partir de mi cercanía con Milena puedo llegar a decir que todo fue a parar a peor o mejor todo depende de cómo se mire la situación, pues la verdad no sabría cual opción elegir, el caos a mi vida llego de una manera por un lado bonita y por el otro se convirtió en un asunto bastante triste para lidiar.

Una vez Milena cerró la puerta tras de sí una explosión de emociones llego hasta mi, como cual niño pequeño empecé a danzar regocijado ante el gozo que me envolvía.

En silencio intentaba brincar moviéndome de un lado a otro sin dar crédito alguno respecto a lo que en aquella terraza había sucedido.

Pataleando feliz me movía, de aquí para allá lo hacía como si acaso me hubiera ganado al fin la lotería y tomado por aquel sentimiento con suma satisfacción me dirigí hasta mi recamara.

Entre bailoteos provocados por el mismo sentimiento una vez listo me adentre en aquella cómoda cama y antes de que me diese cuenta en el mundo de los sueños me sumergí.

La noche más serena y placida, en todos los años que llevo pisando esta tierra vino a mí, aunque curiosamente dormí por alrededor de ocho horas la verdad aquello no parecía ser así pues ante mí la tan cómoda noche parecía haber sido en realidad tan corta.

Aunque era conocedor de que mi tiempo límite con aquel despertar en aquel lugar había llegado, aquello no era tanto de mi vital importancia y sabia específicamente lo que desde temprano quería hacer.

Sí, mi último día en Flor del Este había llegado y próximo a la medía tarde Christian y yo finalmente emprenderíamos vuelo, era algo de lo que tenía pleno conocimiento pero aun así yo era consciente de que el tiempo debía de aprovecharlo, por lo cual desde que pude despertar mis pensamientos giraron totalmente en torno a Milena, en torno a la chica que acababa solo hacía unas pocas horas de mover las piezas de mi alma.

Las preguntas incesantes de cómo me despediría de ella rondaban con fuerza por mi cabeza, pues aunque sabía que decir, yo era lo bastante sensato como para saber que ante su presencia había la gran posibilidad de que me quedase pasmado, pues lo que ahora me encontraba sintiendo yo jamás lo había experimentado.

Aun así, hambriento de su presencia en un tris me aliste y hablo específicamente de ducharme, lavar mis dientes y arreglar mi vestimenta, en tanto aprovechando que me encontraba aún en el interior de aquel aposento aun a pesar de tener el tiempo casi encima, aliste mis cosas y las dispuse cada una en su lugar.

Ya con todo listo salí de allí con una actitud deslumbrante y un excelente ánimo contra el cual no había nada en el mundo que pudiese llegar a luchar, o eso al menos imaginaba.

"Todo en mi era gozo, fiesta y algarabía hasta que aquel momento llego en que el que tuve que hacerle frente a la realidad."

Como todas las mañanas desde que Manuel dispuso a Milena bajo mi cuidado, yo me dirigí con el pensamiento firme de encontrarla y en vista de la hora que era suponía en donde podía dar con ella, así que sin perder tiempo tome aquel pasillo y me deslice por aquellos senderos hasta dar con el gran comedor.

A mi llegada allí la extrañeza echa percance se encontraba presente, un silencio de ultratumba uno el cual era singularmente molesto y espeluznante se alojaba allí, mientras María junto a los demás yacían sentados alrededor de aquella mesa con la cabeza un tanto agachada mientras que de Milena no había rastro alguno.

— Buenos días — proclame intentando romper aquel aire de desconsuelo que allí se encontraba.

Todos al escucharme se giraron en mi dirección y aunque pretendieron disimularlo sus rostros seguían marcados por aquel sentimiento de tristeza que los envolvía, a lo que ellos me dieron respuesta casi como si me encontrase ante un coro.

— Buenos días joven Alexander.

María notando finalmente mi presencia allí habiendo dejado a un lado el plato que se había servido del cual particularmente no había tomado bocado alguno, una vez le dio instrucciones a otra de las empleadas, se acercó a mí.

— Que bueno que has venido, necesito que me acompañes.

— Estás bien, porque parece que todos han tenido un mal día si apenas inicia.

— No es nada, ya se les pasara, ahora sígueme.

Con las manos unidas al frente María me rodeo y atravesando el arco que forma la puerta que da acceso al gran comedor tomando el pasillo que a un costado de la puerta principal se disponía aquella me dirigió.

Aquel era un pasillo particularmente familiar para mi, uno que conocía y que recordaba a la perfección del tiempo en el cual viví aquí, porque específicamente desde un espacio alojado en el fondo donde se encuentra una puerta algo particular que me recordaba más que nada al viejo despacho del abuelo Carlos fue que tome la máscara con la que asuste a Ivanty y a Milena hace unos días atrás, hecho que desato lo que hoy parece tan incierto.

— ¿Qué hacemos aquí? — cuestione una vez a María una tras esta haberse detenido frente a la misma.

— Alguien quiere verte, pasa dentro, en un momento el estará contigo.

— ¡Alguien! Pero quien puede llegar a ser.

— Ya lo verás.

María con suma pasividad y sin mostrar expresión alguna abrió la puerta y haciéndome un gesto me indicó ingresar cerrando al mismo tiempo aquella tras de mí.

— ¿Qué rayos sucede? — cuestione casi en mis adentros y eso solo me llevo a llenarme aun más de preguntas que no calzaban del todo y yo hambriento de ellas más que nada me dedique a aguardar decidido más que nada a acabar con aquel asunto y las intrigas que lo rodeaban.

Siendo conocedor de mi sola presencia allí queriendo no pasar como intruso, sobre un mueble que da la espalda hacía la puerta de acceso me acomode mirando particularmente todo con atención.

— Podrán haberte cambiado un tanto tu aspecto pero sin dudas sigues siendo la misma tal y como te recuerdo — dije en voz alta luego de contemplar aquel espacio algún tiempo al percatarme de que era exactamente aquel mismo lugar.

Desde detrás de mí una vez dije aquello una voz resonó — las cosas que fueron importantes para nosotros y que han marcado con fuerza nuestras vidas para bien aunque sean transformadas dejan tras de sí aquel fino hilo que nos conecta.

— Manuel ¿Qué haces aquí? Y tu Christian.

Aquellos dos habían llegado y yo no los había siquiera sentido ingresar por lo que su sola presencia me hizo asustar, poniéndome de pie me incorpore y con confianza busque darle la cara a ambos.

— Y bien que sucede ¿Dónde está la persona que quiere verme?

Manuel llevo sus manos hacia atrás de su espalda, manos con las que se ayudo a enderezar su viejo y cansado cuerpo dejando ver tras aquel acto la ropa que llevaba ahora puesta, una camisa blanca de mangas largas con detalles en negro en la zona de los botones, el cuello y las mangas, un pantalón crema y unos zapatos de vestir en color negro era lo que aquel portaba.

Curiosamente se notaba elegante más de lo habitual — vas a una fiesta — sorprendido cuestione.

— No Alexander, tengo una reunión, pero lamentablemente esa persona parece encontrarse tan indiferente a la vida y a sus valores que me hace sentir bastante decepcionado, es como dijo mi pequeña Ava, nosotros no tenemos culpa de los errores que nuestros seres amados hayan cometido, lo que si tenemos culpa es de cómo lo afrontamos.

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