webnovel

La travesía

Alexander estaba inquieto, aparentemente no estaba muy complacido con la idea de tener que irnos una vez que vio aquellas letras inscritas en la pared.

— Milena sé que no soy de tu total agrado, pero... — dijo mientras fingía emanar una cálida voz de terciopelo mientras se disponía a mirarme — te pido un favor, antes de marcharnos quisiera que en algún momento tú y yo volvamos a este lugar, me agradaría mucho repetir esto nuevamente contigo.

— ¿Y porque yo? En todo caso no soy relevante en este asunto.

Aquel tomo una actitud algo exigente y me dio a entender que realmente yo no tenía voto respecto a tomar una decisión en cuanto a aquel tema concierne a pesar de que yo estaba completamente implicada, así que tras acercarse a mí lo dejo bien en claro.

— Vendrás conmigo y punto porque yo lo digo, así que espero que cuando valla a por ti en aquel momento, estés lista para regresar.

Su altanería e intento evidente de querer controlarme me hizo sentir enojada y sumamente molesta.

— Tu a mí no me das ordenes, así que no eres precisamente quien decide.

Con la sobreexcitación que aquello me produjo guiando a Ivanty con especial insistencia salí de allí pues estar junto a aquel hombre dentro de aquel lugar valga la redundancia no era precisamente algo que ahora me encontrase disfrutando.

De a poco sumamente pensativa empecé a alejarme de la cueva con la cabeza semi agachada algo evidentemente malhumorada y triste, pues, aunque se perfectamente que soy la autora de las desgracias de mi presente en las que él se ha visto envuelto, por un momento quería llegar a pensar que no era así.

Algo en mi dormía con suma nostalgia al pensar en Alexander y al hacerme consciente de que realmente no quedaba nada ya del niño que yo conocí pero que ya se había esfumado y fue por ello que a medida que avanzaba las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.

Ya llevaba un buen rato caminando por el sendero, tiempo en el cual en vez de sentirme mejor empecé a sentirme mucho peor, mi salud no era muy buena para aquel momento y yo era consciente de ello y quizás por ello al notar mi malestar Alexander se digno a acercarse.

Alexander sosteniéndome del brazo me hizo girar un poco en su dirección pues quería confirmar con mis expresiones que tanto de lo que yo había dicho era realmente creíble, pero yo intentando no tener contacto alguno con él y habiendo hecho que aquel me soltara tire de mi brazo zafándome en el acto de sus manos.

— Milena porque tiemblas, te sientes mal.

— No, estoy bien.

— Segura que estás bien.

— Haber, a que viene ahora tu dichosa preocupación.

— Es que no me puedo preocupar por ti.

Y sin poder evitarlo habiéndolo escuchado decir aquello con algo de evidente hipocresía según yo finalmente explote.

— Hazme el favor, preocuparte tú por mí, más bien madura y aprende a lidiar con tus propias emociones pues no es justo que luego de que actúas como un ogro sin razón vengas a querer venir a acercarte con aquella expresión de niño bueno.

Mi inconformidad hacía él era más que notable pues se me hacía difícil el hecho de ocultar aquellos sentimientos que tenía en su contra.

— ¿Qué rayos te pasa?

— Aparentemente nada, dictaminado por usted su majestad — un notable sarcasmo deje salir de mi boca — un hombre como usted no debería preocuparse por sus plebeyos — reafirme manteniendo aquella postura.

Aquello a Alexander no le sentó nada bien — acaso soy una burla para ti.

— No, pero quien exige respeto y compresión se supone que es el primero que debe de otorgarlo a los demás pero contigo aparentemente eso no funciona.

Tomada por el enojo tire un poco de Ivanty haciendo así que este avanzara pues quería alejarme lo más posible de Alexander, pero de alguna forma nuevamente terminábamos cerca el uno del otro mientras nos manteníamos sumergidos en aquella discusión.

— Milena dime ¿Qué es lo que ocurre? O acaso lo que quieres es que me disculpe.

— Es lo que menos que podrías hacer — dije mientras seguía avanzando sin mirar hacia atrás.

Por un momento el silencio a mi espalda reino, tanto que incluso parecía que Ivanty y yo nos habíamos sumergido en un mundo en el cual ambos a toda la redonda, éramos los únicos seres vivos presentes.

Había dado ya algunos diez quizás quince pasos, cuando de la nada la voz de Alexander resonó — lo siento bien, lo siento.

Por un momento me detuve y miré hacia atrás haciéndoseme imposible para mi el no notar la expresión en el rostro de aquel hombre que había tomado un aspecto un tanto tirando a la culpabilidad.

Alexander al ver como yo me había detenido se acercó llevando un caminar firme, durante su trayecto fijamente me observo y no muy bien se acomodo al frente de mi me miró a los ojos.

Ante mi incomprensión solo pude ver como aquel intentaba actuar con prudencia y en vista de lo que solo por su mente podía suponerse transitar, aquel se atrevió a elevar su mano derecha y acomodándola junto a mi mejilla se dejo ser.

— Se que soy un idiota a veces Milena.

— ¡A veces! — volví a dejar fluir el sarcasmo en mi.

— ¡Ok! Casi siempre, pero lo que sí puedo ahora decir es que realmente estoy preocupado por ti, se que fui muy irresponsable y que por mi culpa estamos aquí y no me cansare de pedir perdón por ello, así que comprendo el hecho de que no me quieras cerca aun más que eso no te culpo la verdad.

— Que bueno que lo entiendes fuiste muy irresponsable y en eso estamos de acuerdo por lo tanto no te lo perdono, dime que hubieras hecho en caso de que nos hubiéramos encontrado en una situación de vida o muerte — dejando bien especificado mi sentir di rienda suelta a mis sentimientos claro los que podía mostrar delante de él.

— Te lo resuelvo de una forma muy sencilla y que lo entiendas, pues nada, mira a tu alrededor no existe nada a la redonda que nos hubiese salvado de ser necesario, así agradece que todo transcurrió así y no paso a mayores.

Sus ojos se podían observar un tanto apagados, mis palabras le estaban dando en el punto justo donde el ego y la inconformidad rozan muy de lleno con la tristeza y los cargos de conciencia — mira Alexander más bien deja de demorarme y date prisa que ya hay que regresar.

Por nueva vez Alexander y yo volvimos a iniciar nuestra marcha, pero esta vez íbamos prácticamente hombro con hombro, el silencio entre los dos se había alojado como si en medio de ambos se encontrase una pared invisible capaz de mermar cualquier intento de comunicación que entre los dos podría llegar a haber.

Mares interminables de pensamientos, sensaciones e ideas un tanto fuera de lo habitual rondaban por mi cabeza al tenerlo junto a mí, las cuales reafirmaban por nueva vez el hecho de que esto debía de llegar a su fin, debía de marcharme, salir de su vida y sacarlo de la mía dejando de lado así todo lo que el significo y significa hoy por hoy en mi vida.

— Emely, tenias razón — pensé ahogándome dentro de mis propios pensamientos, consumiéndome en la tristeza pero buscando por todo los medios esconder aquellos sentimientos de su vista, mientras que a cada paso que dábamos yo me sentía cada vez peor.

Como si todo no podía llegar a ser peor, la sensación de inestabilidad que los mareos me producían volvió a aparecer junto a la incesante fiebre que no hacía más que aumentar.

A cada segundo me sentía más y más débil y extremadamente cansada era evidente de que me encontraba enferma pero yo no podía simplemente dejarme desfallecer, ante todo debía de dar mi mayor esfuerzo para así regresar finalmente a casa.

Pasado algún tiempo cuando finalmente pensaba que finalmente tendría calma una nueva holeada de mareos me invadió y esta vez provocaron que me detuviese, por un momento la sensación que me invadió pretendió llevarme de rodillas contra el suelo cosa la cual Alexander impidió.

La verdad entiendo de que no se por él aunque sea el culpable de todo, yo realmente no sabría qué pasaría conmigo pues con lo que tiene a la mano a intentado protegerme y en esta ocasión a pesar de la distancia que nos dividió el busco la forma de acortar a la misma y sin importarle nada más se apresuró a sostenerme.

Abrazándome desde el costado derecho me unió a su cuerpo y no dejo por nada en el mundo que mis piernas tocarán el suelo.

— Mentirosa no estás para nada bien, porque intentas ocultar tu malestar.

— Porque no puedo convertirme en una carga, debemos de llegar a casa luego tendré tiempo para descansar.

— Milena, tú no eres una carga.

Y como si mis palabras hubieran sido objeto de suplicas un halo de luz se hizo ante nosotros.

Chapitre suivant